29/12/10

Aca solo Tito lo saca

La primera vez que leí algo de Augusto Monterroso fue como él quería, en esa media página que consideraba la máxima inmortalidad a la que un escritor podía aspirar: un texto de colegio de su país, Nicaragua, que, sin exagerar, no es sino otra república bananera igual a la mía. El cuento fue "El eclipse" y fue en un simulacro del ICFES, el examen que todo bachiller colombiano debe presentar antes de graduarse.

Para los que organizamos los libros de la biblioteca por países, ¿Monterroso dónde va? ¿En Honduras -nació en la capital, Tegucigalpa, en 1921-? ¿En Guatemala -allí pasó su adolescencia y protestó contra el gobierno hasta finalmente ser obligado a exiliarse en 1944-? ¿En México -donde fue recibido como asilado político y donde vivió, hasta su muerte en 2003-? Parece que esta decisión fuera otra de sus finas herencias, aunque en más de un texto ha dejado claro que se sintió siempre guatemalteco, en todo caso centroamericano.

En uno de sus últimos libros, Pájaros de Hispanoamérica (que contiene muchos fragmentos ya aparecidos en La letra e), se dedicó a organizar textos muy breves sobre algunos de sus amigos -casi todos desconocidos o ignorados- y sobre algunos escritores más famosos que admiraba -capacidad que no disimuló desde su constante timidez - como Borges, Onetti y Cortázar.


Cuando habla de Cortázar hay que pensar en otros dos personajes del libro: Carlos Illescas y Adam Rubalcava. La razón, las palindromas -mejor, para Monterroso, que el académico "palíndromos". En "Lejana" cuento que aparece en Bestiario, Cortázar escribe éstas:

"Los fáciles, salta Lenin el atlas; amigo, no gima; los más difíciles y hermosos, átale, demoníaco Caín, o me delata; Anás usó tu auto, Susana".

Pero existe al menos otro cuento del argentino en donde se habla de -él también- palindromas, es en "Satarsa" de Deshoras, cuyo epígrafe es: Adán y raza, azar y nada:

"-Atar a la rata no es más que atar a la rata -dice Lozano-. No tiene ninguna fuerza porque no te enseña nada bueno y porque además nadie puede atar a una rata. Te quedás como al principio, esa es la joda con las palindromas".

Y más adelante:

"Fíjate si no es curioso, el primer palindroma que conocí en mi vida también hablaba de atar a alguien, no se sabe a quién, pero a lo mejor ya era Satarsa. Lo leí en un cuento donde había muchos palindromas pero solamente me acuerdo de ese.

—Me lo dijiste una vez en Mendoza, creo, se me ha borrado.

—Atale, demoníaco Caín, o me delata —dice cadenciosamente Lozano, casi salmodiando para Laurita que se ríe en la cuna y juega con su ponchito blanco".

Carlos Illescas fue un poeta guatemalteco -también- del que Monterroso cuenta una notable habilidad para crear palindromas: y que cuando se reunían, con Arreola, con Ruben Bonifaz Nuño y otros, para hacer deporte, es decir crear palindromas, mientras Monterroso apenas si salía de roma amor roma amor, Illescas compartía cosas como: "ADELA, DIONISO: NO TAL PLATÓN, O SI NO, ID A LEDA". O: "Somos seres sosos, Ada; sosos seres somos".


Adam Rubalcava, que aunque no participaba de la fiesta, y que prefería decir palíndromos, fue otro pájaro para Monterroso, que expresó su pesar cuando se enteró de la muerte de este poeta y fotógrafo mexicano. Para 1968, y después de leer algo de Monterroso sobre las palindromas, Rubalcava les dedicó, a él y a Illescas, el siguiente "Surtido rico de palíndromos":

ADAN NO CALLA CON NADA

ASÍ ME TRAE ARTEMISA

AMAR DESEA LOLA ESE DRAMA

A SU MAL NO CALLA CON LA MUSA

Y que contenía éste, que para Monterroso era como su escudo de armas:

ACA SOLO TITO LO SACA

Y por el que, agradecido, le mandaría a Rubalcava, ya fuera de este mundo, este otro:

ESOPE RESTE ICI ET SE REPOSE

Y que, como epitafio para Cortázar, para él, no está nada mal.

16/12/10

El descubrimiento del alfabeto




Publicar autores inéditos en español en especial italianos ha sido desde su inicio la principal labor de Gadir Editorial. Entre los muchos autores que ha rescatado para los lectores en español está el italiano Luigi Malerba. Malerba nació en Berceto en 1927, ha escrito novelas y cuentos y trabajado como periodista y cineasta. Sus cuentos suelen combinar el humor y la melancolía. De él Gadir ha publicado las colecciones de cuentos El descubrimiento del alfabeto y Las rosas imperiales. Abajo dejamos un breve relato de este autor.


El descubrimiento del alfabeto.

Por Luigi Malerba

Al atardecer Ambanelli dejaba de trabajar y se iba a casa a sentarse con el hijo del patrón porque quería aprender a leer y a escribir.

– Empecemos con el alfabeto ―dijo el niño, que tenía once años.

– Empecemos con el alfabeto.

– La primera de todas es la A.

– A ―dijo paciente Ambanelli.

– Luego viene la B.

– ¿Y por qué primero una y luego la otra? preguntó Ambanelli.

Esto el hijo del patrón no lo sabía.

– Las han puesto en ese orden, pero usted puede usarlas como quiera.

– No entiendo por qué las han puesto en ese orden ―dijo Ambanelli.

– Por comodidad ―respondió el niño.

– Me gustaría saber quién se ha encargado de hacer este trabajo.

– Vienen así en el alfabeto.

– ¿Quiere esto decir acaso ―dijo Ambanelli― que la cosa cambia si yo digo que primero viene la B y luego la A?

– No ―dijo el niño.

– Entonces sigamos adelante.

– Luego tenemos la C, que se puede pronunciar de dos maneras.

– Estas cosas las ha inventado alguien que no tenía nada que hacer.

El niño no sabía qué decir.

– Quiero aprender a poner mi firma ―dijo Ambanelli―, no me hace ninguna gracia tener que poner una cruz cuando tengo que firmar un papel.

El niño cogió el lapicero y un trozo de papel y escribió: «Ambanelli, Federico», luego mostró el papel al campesino.

– Ésta es su firma.

– Entonces empecemos con mi firma desde el principio.

– La primera es la A ―dijo el hijo del patrón―, luego viene la M.

– ¿Has visto? ―dijo Ambanelli―, ahora empezamos a razonar.

– Luego la B y otra vez la A.

– ¿Igual que la primera? ―preguntó Ambanelli.

– Idéntica.

El niño escribía las letras de una a una y luego las recalcaba con el lápiz llevando con su mano la mano del campesino.

Ambanelli se quería saltar siempre la segunda A que a su juicio no servía para nada, pero un mes más tarde había aprendido a escribir su firma y por la noche la escribía sobre las cenizas del hogar para que no se le olvidara.

Cuando vinieron los del acopio del grano y le dieron a firmar el recibo, Ambanelli se pasó por la lengua la punta del lápiz tinta y escribió su nombre. La hoja era demasiado estrecha y su firma demasiado larga, pero a los del camión «Amban» les pareció suficiente, y puede que desde entonces muchos empezaran a llamarle «Amban», aunque poco tiempo después ya había aprendido a escribir más pequeña su firma y a ponerla por entero en los recibos del acopio.

El hijo de los patronos se hizo amigo del viejo y después del alfabeto escribieron juntos un montón de palabras, cortas y largas, bajas y altas, delgadas y gordas, tal como se las figuraba Ambanelli.

El viejo puso tanto entusiasmo que soñaba con ellas por la noche, palabras escritas en libros, en las paredes, en el cielo, grandes y resplandecientes como el universo estrellado. Algunas palabras le gustaban más que otras y hasta intentó enseñárselas a su mujer. Luego aprendió a juntarlas y un día escribió: «Consorcio Agrario Provincial de Parma».

Ambanelli contaba las palabras que había aprendido como se cuentan los sacos de grano que salen de la trilladora y cuando llegó a aprenderse cien le pareció que había hecho un buen trabajo.

«Ahora creo que ya es suficiente para mi edad».

Ambanelli se iba a buscar en los trozos viejos de periódico las palabras que conocía y cuando encontraba una se ponía contento como si hubiese encontrado un amigo.


El descubrimiento del Alfabeto. Luigi Malerba. Traducción de Francisco de Julio Carrobles. Gadir, 2009.

8/12/10

Varguitas no se ganó ése

En Perú están felices, cómo no, con Vargas Llosa. Cada personaje -o personajillo, mejor- aprovecha para dirigirse a los medios de comunicación. Vía El comercio:

«La emoción por el discurso del Nobel Mario Vargas Llosa llevó al candidato presidencial, Alejandro Toledo, a cometer un ligero desliz al referirse al nuevo lauro alcanzado por el literato nacional.

“Ese privilegio que MVLL regala con su pluma y su talento al Perú, al lograr el Premio Nobel de la Paz en Literatura, es un logro extraordinario”, dijo Toledo, ante la prensa que concitó en la casona de San Marcos, luego de uno más de sus encuentros “Es tiempo de escuchar”.

“El Perú está avanzando, al Perú no lo para nadie si enfrentamos los retos que tiene. Y yo, en silencio, compartiré la alegría, aplaudiré fuerte y gritaré fuerte para celebrar el logro de Mario Vargas Llosa. Es un gran demócrata, gran pensador y la gente puede discrepar pero MVLL es tan peruano como el cebiche y el pisco sour” señaló, en referencia a la ligazón especial del literato con su país».

1/12/10

De memoria

Siempre en noviembre, por razones obvias, pasa: la vitrina y la mesa de la librería se llenan de novedades. Las apuestas de las editoriales por un fin de año exitoso. Llegan cosas buenas, libros que uno quiere; otros, muchos, que no. Llegó uno entre las cajas, seguro no el mejor, ni el más interesante, pero y así, El libro más bello del mundo y otras historias de Eric-Emmanuel Schmitt (Destino) fue uno de los que el doctor Calle se quedó hojeando. Un momento después me pidió que buscara Concierto barroco de Alejo Carpentier, luego que comenzara a leer.

"De plata los delgados cuchillos, los finos tenedores; de plata los platos donde un árbol de plata labrada en la concavidad de sus platas recogía el jugo de los asados; de plata los platos fruteros, de tres bandejas redondas, coronadas por una granada de plata; de plata los jarros de vino amartillados por los trabajadores de la plata..."

-Así está bien, gracias, ahora escuche -me dijo.

"De cuero, el interior del Rolls-Royce. De cuero, el chófer y sus guantes. De cuero, las valijas y los bolsos que abarrotan el maletero. De cuero, la sandalia trenzada que anuncia una esbelta pierna al filo de la portezuela. De cuero, el traje de chaqueta de color escarlata de Wanda Winnipeg".

Siempre, en noviembre, la mesa y la vitrina, ¿se llenan de novedades?

30/11/10

En vitrina:



Mario Vargas Llosa: La verdad de las mentiras. Punto de lectura.

Marguerite Yourcenar: Cuentos completos. Alfaguara.

Marilyn Monroe: Fragmentos. Seix Barral.

29/11/10

De sonetos

Hace algunos meses, Ángela Cuartas publicó en su blog, Diccionario de obviedades, la definición de la palabra "soneto". El Doctor Calle, o Jose F, asiduo visitante de ese y tantos blogs, comentó la entrada con dos "sonetos de sonetos", sonetos que hablan sobre el soneto mismo. Uno es de Lope de Vega; el otro, de Jaime Jaramillo Escobar.

Los sonetos dicen:


Soneto de repente

Un soneto me manda hacer Violante,
que en mi vida me he visto en tanto aprieto;
catorce versos dicen que es soneto,
burla burlando van los tres delante.

Yo pensé que no hallara consonante
y estoy a la mitad de otro cuarteto,
mas si me veo en el primer terceto,
no hay cosa en los cuartetos que me espante.

Por el primer terceto voy entrando,
y parece que entré con pie derecho
pues fin con este verso le voy dando.

Ya estoy en el segundo y aun sospecho
que voy los trece versos acabando:
contad si son catorce y está hecho.

Félix Lope de Vega y Carpio.

A EDUARDO MENDOZA,
QUE ME HA MANDADO A HACER UN SONETO

Querido Eduardo:

En “Los Cien Mejores Poemas Latinoamericanos”, compilados por Simón Latino, no hay un solo soneto, con lo cual se comprueba que el soneto no es poema.


I

Ya que hacer un soneto me has pedido,
Trataré de probar si tengo suerte,
Y puedo al fin, Eduardo, complacerte
Con un soneto, o algo parecido.

Que no es cosa difícil he creído,
Y al contrario, es un juego que seduce,
Ya que todo el problema se reduce
A que el soneto quede concluido.

Por lo cual, si quisiera hacer sonetos,
Como nadie los hizo, los haría,
Y para que quedaran más completos

Tres o cuatro tercetos les pondría.
Mas lo que pasa, Eduardo, es que hoy en día
No está la vida para hacer sonetos.

Jaime Jaramillo Escobar

A los dos que debo al Doctor Calle, agrego uno que encontré la semana pasada leyendo el libro Ciudad de hombre: New York del poeta catalán José María Fonollosa, publicado por El Acantilado. Aprovecho, además, para recomendar la poesía de Fonollosa, que por más de 40 años se mantuvo inédita.

FIFTH AVENUE

Me niego a hacer sonetos. Su estructura
-dos anchos ataúdes de cuartetos
y otros dos más delgados de tercetos-
los muestra adustos, serios de figura.

O semejan barrotes de una dura
prisión de endecasílabos sujetos
por rimas consonantes; obsoletos
modelos del rigor. ¿Poesía pura?
Mayormente son versos preparados
a medida del molde y presentados
con un burdo remedo de la música.

Abjuro de sonetos donde sobra
o falta espacio para expresar la obra
en su justa extensión, la exacta, la única.

J.M. Fonollosa

22/11/10

Cuartos de escritores: Antony Beevor

Photograph: Eamonn McCabe


Mi mujer, Artemis Cooper, llama al lugar donde trabajo ahora “el granero de Samuel Johnson”, pues fue la generosidad de este premio la que nos permitió construirlo. Por lo regular trabajo en el piso superior de la casa, que ofrece una hermosa vista del valle con la que, lamentablemente, es fácil distraerse.

El escritorio perteneció al abuelo de Artemis, Duff Cooper. Me gusta imaginármelo sentado, escribiendo su obra maestra, Talleyrand. Encima del escritorio hay un poster soviético contra el alcohol que muestra a un joven y apuesto camarada rechazando una copa de vodka. Fue un regalo de mi colega rusa Lyuba Vinogradova y me sirve como recordatorio de que no debo probar ni un trago hasta la hora de la cena.

Estoy rodeado por estantes y siempre me digo que un día voy a sacar el tiempo necesario para organizarlos mejor; sin embargo, la voluntad de hacerlo nunca coincide con el momento adecuado. Cada libro nuevo que escribo parece requerir más referencias que el anterior. Sólo queda espacio para otro estante; después, tendré que evaluar la posibilidad de utilizar una pared vacante de la cocina.

El escribir El Día D: La batalla de Normandía requirió de un lugar donde poner mapas a gran escala y pilas de archivos fotocopiados. Para esto resultó ideal nuestra mesa de ping-pong. Ahora que el libro está casi terminado, la mesa puede regresar a su viejo rol de campo de batalla en el que mis hijos me hacen añicos.

Detrás de la mesa de ping-pong está el objeto más importante en el cuarto de un escritor: la cama. Cuando la mente languidece una breve siesta puede aclarar las ideas y evitar el efecto rancio de devanarse los sesos. En mi juventud podía trabajar desde temprano con una botella de vino entre el codo. Actualmente me voy a la cama a las 11 y tomo media botella —cantidad todavía suficiente para horrorizar a un doctor en esta era puritana. Pero si no disfrutas escribir, es mejor que no lo hagas.

Antony Beevor (1946) es un historiador y novelista inglés. Después de permanecer cinco años en el ejército británico dimitió a su cargo y emigró a París donde escribió su primera novela (Violent brink. John Murray, 1975), empezando así su carrera como escritor. La editorial Crítica ha publicado casi toda su obra. Entre sus libros de no ficción están: El Día D: La batalla de Normandía (Crítica, 2010), Creta: La batalla y la resistencia (Booket, 2006), La guerra civil española (Crítica, 2007) y Stalingrado (Booket, 2005), obra por la que recibió el premio Samuel Johnson de la BBC. Ha sido traducido a más de 30 idiomas.

14/11/10

Una sugerencia

Escribir para saber qué pasaría si la vida fuera diferente, si las decisiones que tomamos fueran otras y no las que en su momento resultaron tranquilizadoras. Interesarse por lo que no pasó y jamás va a pasar; o que sí pasó pero que nadie sabe. Escribir no para conocer ni para conocerse sino para inventar un reconocimiento; mínimo, falso. Javier Marías es de esos novelistas que parecen mamuts, es uno de los grandes mamuts que quedan. De los que saben que la verdad no es posible, “nunca resplandece, la única verdad es la que no se conoce ni se transmite, la que no se traduce a palabras ni a imágenes, la encubierta y no averiguada, y quizá por eso se cuenta tanto o se cuenta todo, para que nunca haya ocurrido nada, una vez que se cuenta”.

En sí mismo un mamut ya resulta extravagante, y Marías es consecuente con esa naturaleza: escribe a máquina, cuando termina una cuartilla la revisa y la deja lista para la imprenta, la guarda en una carpeta que ya no va a revisar más. Así, por ejemplo, se le olvidan detalles de la trama, algo que pasó al comienzo; lo mismo Cervantes, que revivió en la segunda parte de su libro a un niñito que se asumía muerto desde la primera. Es de los pocos que no temen celebrar el milagro del fax, esa máquina tan misteriosa; y odia Internet, aunque le administran un blog que casi raya en la megalomanía. Pero bueno: al fin y al cabo es rey, puede hacer lo que le plazca. Un día decidió escribir y publicar novelas; tenía 19 años. Otro, traducir el Tristram Shandy; tenía 24.

Una vez le recomendó a España que lo creyeran húngaro; así vendería más libros y lo odiarían menos. Otra, al ver que el premio que entrega su Reino, el de Redonda, se quedaba sin fondos para el ganador anual, decidió lo más sensato cuando uno se pone bravo: se puso bravo con todo el mundo. Ese es Marías, o al menos este montón de anécdotas forman un cuento de lo que es o de lo que pudo ser.

Me gusta la idea de que la novela sea un esfuerzo total, que el resultado sea una catedral. La gloria, escribió Jules Renard, es un esfuerzo constante. Cuando uno lee un libro como “Corazón tan blanco”, sabe que todos esos que dicen que la novela ha muerto están equivocados, que la novela, simplemente, no va a morir. Pues, ¿cómo va a desaparecer esa necesidad de conocer la vida de los otros -imaginarias o no-, renunciar a la posibilidad de “conocer lo posible además de lo cierto, las conjeturas y las hipótesis y los fracasos además de los hechos, lo descartado y lo que pudo ser además de lo que fue”? La novela sigue: “son todas admisibles, las fantasías”.

No funciona -claro- como un mandato que un lector diga o no lo que piensa de sus lecturas. Pero muchas veces "Tener valiosas sugerencias que hacer y no ponerlas en circulación no es mucho más admirable que tener una valiosa moneda del reino y guardarla en un calcetín grasiento". Que esto lo diga un personaje como Chesterton tiene algo de santa verdad.

Queda entonces la seña: "Corazón tan blanco" es el producto de un hombre ante sus posibilidades de imaginar el universo. Y ante todo es ese fracaso por intentar comprenderlo. "I progress as I digress", decía Sterne, el maestro de Marías; antes dije que me gustan las novelas como catedrales, ¿por qué no pensarlas hoy como un hogar?

9/11/10

Una biblioteca.


Bibliotecario. Arcinboldo.

La biblioteca de mi Facultad, la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de Caldas, no es nada sobresaliente. Consta de dos pisos y una muy, muy modesta colección de libros. Éstos descansan en un piso subterráneo, sobre estantes de metal viejos y oxidados. En días grises uno siente que se encuentra no en una biblioteca sino en una especie de mazmorra medieval. Acaso la colección no sea tan exigua, pero un hecho capital impide comprobarlo: no se puede tener acceso a las estanterías. Es necesario buscar el título que se quiere en el sistema y anotar la referencia en un papel para que un empleado le entregue a uno el libro en cuestión. Quizá esta imposibilidad de tener contacto directo con los libros sea el defecto más terrible. Muchos son condenados al reciclaje o al olvido porque no pueden encontrar "ese hombre destinado a sus símbolos", su lector. La idea que debería regir toda biblioteca debiera ser la de acercar un grupo de potenciales lectores con los libros. Pero para pesar de todos en la biblioteca de mi facultad no es así.

También es una lástima que no exista un bibliotecario. Y con bibliotecario no pienso en un pasivo guardián o en un mero catalogador. Puede que estos oficios estén, en sí mismos, llenos de cierta poesía —pensemos, por ejemplo, en los valerosos bibliotecarios del pasado que tenían que proteger los tomos del fuego, de la lluvia, de las alimañas, de las guerras... o en el bibliotecario como un modesto organizador del universo, como un adalid del orden pero se necesita algo más en esa oscura sala.

A pesar de la estrechez, el deficiente servicio, el ruido—tolerado por el bibliotecario—, la imposibilidad de escrutar la colección debo a esa biblioteca lecturas inolvidables. Puedo recordar ahora los libros de Bertrand Russell, primeras ediciones, inglesas, de los señores Allen & Unwin. Si se supiera que esos libros están ahí probablemente ya hubieran desaparecido (como desaparecieron las Obras Completas, en Aguilar, del mismo Russell ). Pero para mi suerte mucha gente piensa en Russell como un viejito revoltoso y pacifista; no como el pensador agudo y exquisito que es. Está, verbigracia, su libro Portraits from memory and other essays, Retratos de memoria y otros ensayos. En él hay recuerdos de su juventud (en la casa de sus abuelos, en Cambridge), de sus encuentros con los escritores de su época (H.G. Wells, Joseph Conrad, D.H. Lawrence y Bernard Shaw) y algunos ensayos sobre temas que durante toda su vida le apasionaron. Russell logra involucrarnos con esos temas, hace que nos interesemos en ellos. Es un provocador del pensamiento propio, de la lectura, de la auto-educación.

También recuerdo haber encontrado en esa biblioteca Los ensayos de Michel de Montaigne o como quiso Quevedo, Miguel de la Montaña . Mucho tiempo después pude conseguir para mí Los ensayos, pero donde los leí por primera vez fue en esa biblioteca, en una de sus sillas malogradas. Es difícil describir qué significa para uno como lector aventurarse en las páginas de Montaigne pues como toda gran obra su lectura está llena de matices, llena de posibles interpretaciones; produce los más diversos y contradictorios pensamientos. La mejor forma de describir la lectura de un libro como el de Montaigne tal vez sea sirviéndome de las palabras del sabio Escoto Erígena: la lectura de Montaigne es como mirar al plumaje tornasolado del pavo real. Nadie supo como él que si para algo leemos es para ver mejor, para comprender mejor; a los demás, al mundo y a nosotros mismos.

Otra cosa que disfruto de la biblioteca es mirar la ficha bibliográfica de los libros que presto, ese papel donde todos los anteriores lectores han puesto su firma. Uno no puede evitar sentir cierta sensación de complicidad con esos nombres. A veces resulta que los conozco. En ese caso, trato de preguntarles por el libro; si les gustó, si lo leyeron. Hay ocasiones en que la ficha está vacía por completo. Esto me alegra sé que voy a ser el primer lector de ese tomo, sé que gracias a mí ese libro va existir de nuevo, y, al mismo tiempo, me entristece es una lástima que en muchos años nadie lo haya consultado.

Roberto Bolaño decía que cada lector tiene la librería que se merece, salvo él que no tiene ninguna. Lo mismo se puede decir de mi biblioteca, la Biblioteca de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de Caldas. Los estudiantes nos merecemos que sea tal cual es; cada uno de sus defectos. Sin embargo, me alegra saber que está ahí, como enterrada, esperando que algún estudiante despierte los tomos que duermen en ella. A un año de graduarme, me preocupa que ya nunca pueda prestarme sus libros.

2/11/10

Varguitas no dijo eso

"Hay novelas políticas extraordinarias a las que no se las puede acusar de no ser literarias. Una de las novelas políticas más impresionantes que he leído es La marcha Radetzky, de Joseph Brodsky, austriaco, sobre el fin del Imperio austro-húngaro. Él escribió pensando en una actualidad y, sin embargo, la novela trasciende esa actualidad y vale para cualquier país. Es un caso interesantísimo. No hay muchos, pero hay algunos".

Tomado de El Tiempo.com.

21/10/10

En vitrina:




Aulo Gelio: Noches áticas. UNAM.

Alex Ross: El ruido eterno. Seix Barral.

Gonçalo M. Tavares: Historias falsas. Almadía.

Cuartos de escritores: Jonathan Safran Foer

Fotografía: Eamonn McCabe


Solía trabajar en el Rose Reading Room de la Biblioteca Pública de Nueva York, ubicado en la sede de la calle 42, que se ve en la foto de arriba. La biblioteca fue construida en lo que antaño era la principal fuente de agua de la ciudad: un enorme embalse que se extendía desde la calle 40 hasta la 42, y de la 6ª hasta la 5ª avenida. (Los dos leones de piedra que ahora descansan sobre las escaleras de la biblioteca “custodiaban” el embalse). Tan pronto uno sabe esto, es difícil no imaginar a los libros bajo el agua o a la gente bebiéndolos.

La biblioteca era un destino fácil y conveniente para el tren 7, que tomaba desde mi apartamento en Queens. Cuando me cambié de distrito —a Brooklyn—también cambié de Biblioteca. Ahora escribo —incluso estas palabras— en el Grand Army Plaza, a sólo diez cuadras de mi casa.

Sentado frente a mí está mi hermano menor, Joshua, que también escribe aquí. Estamos en el salón de ciencia/industria/medicina/ingeniería/filosofía, sentados al final de una mesa de 12 puestos, en la esquina de una sala con 12 mesas. Si bien las instalaciones son vasta y sospechosamente inferiores, la diferencia más notable entre esta biblioteca y la de Manhattan se encuentra en qué se entiende por comportamiento aceptable. En Brooklyn, la gente suele conversar por celular, cantar la melodía que está escuchando por sus audífonos (¿por qué llevan audífonos?), conversar (generalmente sobre temas ilícitos), quedarse dormida —a propósito: no me explico por qué el tipo de la mesa de al lado golpeó la estantería a sus espaldas y gritó “¡Maldito coño!” (es cierto)—, preparar y consumir alimentos, mirar al vacío, tararear, silbar e involucrarse en discusiones aterradoramente fuertes con el policía de turno acerca de qué se entiende por comportamiento aceptable. Este es mi mejor argumento para afirmar que Brooklyn es el mejor distrito: es real.

(Advertencia: Afuera de la biblioteca noté que el sillín de mi bicicleta había sido robado. ¿No es este un gran país?)

Jonathan Safran Foer (1977) nació en Washington. En el 2002 (Houghton Mifflin) publicó su primera novela, Everything Is Illuminated (Todo está iluminado), adaptada al cine, bajo el mismo nombre, tres años después. En español, editorial Lumen (2005) publicó su segunda obra, Extremely Loud and Incredibly Close; el año pasado Debolsillo editó la primera. Actualmente vive en Nueva York.


16/10/10

Los amigos de Bufalino

Le preguntan a Gesualdo Bufalino si piensa que la mafia es algo realmente incurable. Bufalino sonríe, dice que su intervención acerca de esto es apenas la de un profesor de escuela, seguro muy simple: respeta a los jueces, a las fuerzas del orden, cree que éstas pueden ganar muchas batallas pero no la guerra... para ganar la guerra se necesita de un arma secreta, la única que él, como profesor, siempre ha conocido: ¡Los libros, los libros, los libros!


En marzo de este año se estrenó el documental Auguri don Gesualdo del director Franco Battiato. El objetivo es recordar la obra del escritor Gesualdo Bufalino, autor de la Perorata del apestado. Solo he podido encontrar el trailer de la película:



Bufalino nació el 15 de noviembre de 1920. Como cuenta el último entrevistado, la frase "Auguri (Buena suerte) don Gesualdo" estaba escrita sobre la torta que le traían para celebrar su cumpleaños número 75. Como dice el penúltimo, Bufalino hablaba como escribía.

10/10/10

Cuartos de escritores: Martin Amis

Fotografía: Eamonn McCabe

Mi cuatro de escritura es una construcción separada al final de un pequeño jardín de concreto. El techo de vidrio está cubierto con hojas y ardillas. Solía tener el ático de la casa e Isabel, mi esposa, se suponía que iba a tener esta oficina, pero no creí que la utilizara mucho, así que decidí reclamarla; es ideal: no puedes escuchar a los niños pero sí fumar.

Entro hacia las diez de la mañana y por lo general marco tarjeta a las siete, pero no escribo todo el tiempo. Mucho se me va simplemente leyendo o me quedo sentado pensando cosas. Hemos estado en esta casa durante 12 ó 13 años, sólo la alquilamos cuando estuvimos en Uruguay. Hace apenas unos pocos meses que volvimos y no he sacado tiempo para arrancar el papel en el que venía envuelto el escritorio. Escribo a mano para empezar y luego lo paso al computador portátil. Fue todo un drama conseguir una máquina de escribir eléctrica cuando escribí “Dinero”, a comienzos de los 80, y luego fui muy lento para conseguir un computador. Pienso que alguien me estaba mirando sobre el hombro cuando los inventaron; antes pensaba que debería ganar el Booker Prize por esta vuelta a la mecanografía. El computador es un excelente mensajero de todo eso.

La fotografía en el escritorio es de mi mamá. Todos los de mi generación se la llevaron bien con sus madres; yo soy el único que sepa se la llevó bien con su padre. Estoy muy orgulloso y soy muy apegado a mi madre. Como le he dicho, heredé de ella tanto como heredé de Kingsley. El cuadro de atrás es del desfiladero, en Ronda, España, donde vivió ella por muchos años.

No soy una persona que atesore recuerdos. No me interesan las primeras ediciones, no soy un coleccionista, me preocupa más el desorden. La única reliquia de Kingsley es un reloj que tengo en el escritorio, y al que no me atrevo a darle cuerda porque me asusta romperlo. Las botellas de agua son de mi hija menor, Cleo. Cuando pasó por acá a las cuatro o a las cinco, las trajo y declaró dramáticamente: “¡Ahora no tendrás que venir nunca más a la casa!”

Martin Amis (1949) es un escritor inglés. Sus libros, casi todos, se consiguen en Anagrama. Tom Maschler, su editor en Jonathan Cape cuenta en Editor (Trama editorial): "Martin se toma su trabajo con tal seriedad que no suele aceptar invitaciones a comer, porque, dice, la comida le “parte” la jornada. Tengo la impresión de que en su vida no hay nada improvisado, cosa que explicaría la siguiente anécdota. Cuando ya habíamos preparado (con su aprobación, desde luego) y publicitado la firma de su última novela en la Covent Garden Bookshop, llamó el día antes (literalmente) para decirnos que no podía asistir. “¿Qué dices?”, preguntó nuestro director de promoción. “Es que me caso mañana”, respondió Martin".

1/10/10

Trama editorial. Tipos móviles


Colofones en la colección Tipos móviles de Trama editorial:


Si pensáramos más por nuestra cuenta,
tendríamos muchos más libros malos y muchos más libros buenos.

G.Ch. LICHTENBERG

El nuevo paradigma del sector del libro.
Manuel Gil & Fco. Javier Jiménez.


Hay libros cortos que,
para entenderlos como se merecen,
se necesita una vida muy larga.

QUEVEDO

Jérôme Lindon. Mi editor.
Jean Echenoz.


Los libros sólo tiene dos olores:
el olor a nuevo, que es bueno,
y el olor a libro usado, que es todavía mejor.

RAY BRADBURY

Stet [vale lo tachado]. Recuerdos de una editora.
Diana Athill.



17/9/10

En vitrina:


Georges Perec: Especies de espacios. Montesinos.

José Manuel Arango: Poesía completa. Sibila.

João Guimarães Rosa: Gran Sertón: Veredas. Adriana Hidalgo.