26/5/10

En vitrina:


Chateaubriand:
Memorias de ultratumba, Acantilado.

Arthur Schnitzler: El teniente Gustl, Acantilado.

Fernando Pessoa: El regreso de los dioses, Acantilado.


"Es evidente que poner libros en las estanterías a disposición del público lector es un trabajo, a mi entender, con múltiples facetas, que puede además ser interpretado de muy distintos modos". Jaume Vallcorba, editor de Acantilado.

23/5/10

Pessoa, Diarios: "ni tendré fe mañana en lo que esté diciendo".

Ya en 1901 Fernando Pessoa había vuelto a Lisboa, pero ahora, en 1905, llegaba para quedarse para siempre. Llegó de Durban, Sudáfrica, con la influencia de la literatura romántica inglesa, de Aristóteles y las filosofías que lo envolvían en mil proyectos que luego incumplía, uno por uno: «15 de marzo de 1906»: «leí la Lógica de Aristóteles traducida por San Hilario […] Estuve pensando en la disertación sobre los derechos de la mujer, y en un alegato satírico a favor de la prostitución masculina. Empecé “La puerta”. Leí un libro sobre fisonomía». Menos de una semana después: «21 de marzo»: «Empecé El círculo de la vida. Escribí la La balada del Rey Gondomar. Incapaz de continuar La puerta. Pensé una obra “Sobre el Estado”. Y seguí escribiendo un poema de Revuelta. Empecé unas “Notas sobre las narices”. Esbocé un poema breve sobre Shakespeare». «Del miércoles 4 al miércoles 11 de abril»: «Leí La feria de las vanidades, Viaje a la luna y la mitad de Viaje alrededor de la luna de Jules Verne. Continué La puerta». «Del viernes 13 al martes 17 de abril»: «Planeé un tratado Sobre la República que debe estar escrito en un lenguaje simple y aparecer después de Revuelta. Conseguí algunos argumentos para mi Metafísica […] Planeé un panfleto contra el matrimonio […] Seguí con La puerta. Empecé Documento robado».

Gadir Editorial publicó Diarios (traducción Juan José Álvarez), una serie de apuntes (unos, efectivamente, a manera de diario, no todos) que van desde sus primeros meses en Lisboa (Pessoa llegó de África en septiembre de 1905, en octubre comienza el Curso superior de letras, en marzo del año siguiente comienza el Diario), hasta sus últimas obsesiones esotéricas "neo-paganas". ¿Diarios?, sí; algunas páginas cuentan días monótonos (o sea felices), llenos de calurosas caminatas por la ciudad, de clases de geografía y de visitas a las tías; otras son apuntes de un adolescente que todavía no había conocido a su maestro Alberto Caeiro, pero que ya, de alguna forma, lo configuraba: (Aproximadamente después de 1908):

«Estoy aquí sentado, escribiendo en mi mesa, con mi bolígrafo en la mano, etc., y súbitamente cae sobre mí el misterio del universo y me detengo, tiemblo, siento pánico. Siento el deseo de dejar de sentir, de matarme».

Pessoa, con 17 años, poco antes de regresar a Portugal

Es durante estos años cuando Pessoa empieza a frecuentar y luego a abandonar las vanguardias portuguesas (desencantado, ya en 1914 escribe: «Puesto que todo lo que es nuevo irrita, aquél que es artificial quiere irritar. Pero, además de lo nuevo, hay otra cosa que también irrita: es lo absurdo, lo meramente irritante. Confusión»). Comienza su trabajo como traductor de cartas en agencias de cambio, a frecuentar bares... charla, pero no habla con nadie:

«Actué siempre hacia dentro... Nunca he tocado la vida... Siempre que yo esbozaba un gesto, acababa en un sueño, heroicamente,... Una espada pesa más que la idea de una espada... Dirigí grandes ejércitos, vencí grandes batallas, disfruté grandes derrotas; todo dentro de mí. Disfrutaba paseando solo por las alamedas y por los largos pasillos, dando órdenes a los árboles y a los retratos de la pared... Por el largo pasillo que hay en el palacio he paseado muchas veces con mi prometida... Nunca tuve una prometida real... nunca supe cómo se ama... Sólo supe cómo se sueña amar... Si me gustaba ponerme anillos de mujer en mis dedos es porque a veces me gustaba tomar mis manos de joven por las manos de una princesa, y pensar que yo era, al menos en ese gesto de mis manos, la persona a la que amaba...»

¿Qué pasa, o qué puede pasar después? El nacimiento de los heterónimos, días "en parte agradables, en parte desagradables", traducciones, el drama en personas, y no en actos, que algo conocemos.

«Querido Antonio Mora, dijo, Proserpina me quiere en su reino, es hora de partir, es hora de dejar este teatro de imágenes que llamamos nuestra vida, si supiera las cosas que he visto con los anteojos del alma, he visto los contrafuertes de Orión, allí arriba en el espacio infinito, he caminado, con estos pies terrestres por la Cruz del Sur, he atravesado noches infinitas como un cometa luciente, los espacios interestelares de la imaginación, la voluptuosidad y el miedo, y he sido hombre, mujer, anciano, niña, he sido las multitudes de las grandes avenidas de las capitales de Occidente, he sido el plácido Buda de Oriente de quien envidiamos la calma y la sabiduría, he sido yo mismo y los otros, todos los otros que podía ser, he conocido honores y deshonores, entusiasmos y desalientos, he cruzado ríos e inaccesibles montañas, he mirado plácidos rebaños y he recibido en la cabeza el sol y la lluvia, he sido una hembra en celo, he sido el gato que juega en la calle, he sido el sol y la luna, y todo porque la vida no basta». (Tabucchi, Los últimos tres días de Fernando Pessoa)

19/5/10

The Book Seer


Desde el blog de libros de The Guardian recomiendan la página The Book Seer (algo así como el vidente de libros) donde uno escribe el último libro leído y la aplicación se encarga de recomendarle uno o más títulos. Ya van varias ridículas sorpresas.

11/5/10

De libros y editores

Leer El optimismo de la voluntad*, del editor Jorge Herralde (Anagrama) ha sido una experiencia agridulce. Por un lado es una especie de norte que todo editor (más en ciernes, como es mi caso) debe seguir si quiere ver florecer su editorial; sus consejos son iluminadores y su forma de tratar con los autores (tan humana, tan cercana) parece casi contradecir todas las reglas que ofrecen los libros técnicos. Es una especie de quijote, de humanista del oficio de editor, que hoy en día, me da la impresión, toma más los matices de un contable, un robot sin sentimientos que debe tomar distancias con el autor, antes de que éste, como un animal traicionero, muerda la mano que se le acerca.
Por otro lado es desconsolador comparar lo que es su trabajo con lo que vivo cada día: autores que dejan mucho que desear, recomendados y más recomendados, malos correctores de estilo, peores diagramadores y una cantidad de gente que no acepta un no por respuesta. Ya sé que él tiene varias décadas en el oficio y así ha logrado hacerse un nombre y que muchos autores buenos quieran hacer parte de su sello, pero cuánto me gustaría encontrarme con un manuscrito que me emocione, por el que me la juegue sin dudas, descubrir un escritor bueno, publicarlo, ser editor de verdad verdad.
Por ahora me consuelan las colecciones de clásicos, algunas reimpresiones y un par de antologías, imagino que el tiempo me afinará el olfato y llegará con títulos que, tal vez, logren ser reseñados con auténtico fervor.
Ser editor es una actividad emocionante, que me estimula cada día, pero qué difícil es el camino hacia lo que uno espera de su sello. Algunos, como Herralde, ya lo trasegaron y ahora recogen sus frutos, sus enseñanzas le dan nueva vida a esta generación que piensa sólo en cifras y estudios de mercado, en autores con público y derechos derivados. En fin, vendrán mejores tiempos y a la sombra de los buenos editores podré ir cosechando algunos frutos propios.

* Jorge Herralde. El optimismo de la voluntad. Experiencias editoriales en América Latina. Fondo de Cultura Económica. Colección Tezontle. México, 2009. 329 pp.

2/5/10

En vitrina:

En un solo día, cinco ejemplares (todo un best seller para la librería) de Bibliotecas llenas de fantasmas, de Jacques Bonnet fueron comprados por jefes, amigos y otros; aprovechando esta otra vitrina para recomendar esta maravilla de libro, dejamos aquí (http://www.anagrama-ed.es/PDF/fragmentos/A_408.pdf) el enlace para leer las primeras páginas: Todo un placer, repetimos.



Jacques Bonnet: Bibliotecas llenas de fantasmas, Anagrama.

Hugh Laurie: Una noche de perros, Planeta.

Patricia Highsmith: Suspense, Norma (Verticales de bolsillo).