"Aulo Gelio, feliz bajo Elio Adriano, autor preclaro de Las noches áticas, que en plácidos inviernos escribiste, seguro de tu dicha y de tu fama.
A la mesa de prósperos amigos ingeniosos equívocos llevabas o eruditas anécdotas festivas con una erudición del todo vana.
(Si los lacedemonios al combate iban a son de trompa o son de flauta; si en diez mil dracmas cotizó Corinto la noche de Lais, la cortesana.)
Historias antiquísimas sabías y mil reglas de estética y gramática y orígenes de fiestas y proverbios y quisicosas de las Doce Tablas.
Y las contabas entre vino y vino, entre acertijos y triviales fábulas: que tu espíritu fué dorada abeja y de ingenuo sabor tu miel pagana.
A la vera de Atenas, en la finca señorial, donde bien te regalabas, armonizaste la elocuencia griega con la mejor comodidad romana.
Siempre pensaste que importaba mucho tener en el festín un alma clara; que un alma en armonía es grande cosa... Cosa a los hombres y a los dioses grata.
Volviendo a Roma, por cambiar tus ocios, Roma cordial conversación te daba: con famosos retóricos de Roma por el campo de Agripa te paseabas.
O en minuciosa búsqueda de alguna vieja memoria de la edad pasada, con dichosa paciencia recorrías las librerías de las Sigilarias.
O en la casa del grave Favorino solías en reuniones dilatadas, disertar sobre Píndaro y Homero hasta que entraba el día entre las lámparas...
Buen catador de los mejores vinos, buen gustador de las mejores viandas, en la fiesta del mundo sonreías, la cabeza de rosas coronada.
Hoy todavía tu lector, Agelio, en lánguida actitud te evoca y te halla. Mientras boga tu barca a Grecia o Roma, festín recuerdas y festín preparas."
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"Aulo Gelio, feliz bajo Elio Adriano,
autor preclaro de Las noches áticas,
que en plácidos inviernos escribiste,
seguro de tu dicha y de tu fama.
A la mesa de prósperos amigos
ingeniosos equívocos llevabas
o eruditas anécdotas festivas
con una erudición del todo vana.
(Si los lacedemonios al combate
iban a son de trompa o son de flauta;
si en diez mil dracmas cotizó Corinto
la noche de Lais, la cortesana.)
Historias antiquísimas sabías
y mil reglas de estética y gramática
y orígenes de fiestas y proverbios
y quisicosas de las Doce Tablas.
Y las contabas entre vino y vino,
entre acertijos y triviales fábulas:
que tu espíritu fué dorada abeja
y de ingenuo sabor tu miel pagana.
A la vera de Atenas, en la finca
señorial, donde bien te regalabas,
armonizaste la elocuencia griega
con la mejor comodidad romana.
Siempre pensaste que importaba mucho
tener en el festín un alma clara;
que un alma en armonía es grande cosa...
Cosa a los hombres y a los dioses grata.
Volviendo a Roma, por cambiar tus ocios,
Roma cordial conversación te daba:
con famosos retóricos de Roma
por el campo de Agripa te paseabas.
O en minuciosa búsqueda de alguna
vieja memoria de la edad pasada,
con dichosa paciencia recorrías
las librerías de las Sigilarias.
O en la casa del grave Favorino
solías en reuniones dilatadas,
disertar sobre Píndaro y Homero
hasta que entraba el día entre las lámparas...
Buen catador de los mejores vinos,
buen gustador de las mejores viandas,
en la fiesta del mundo sonreías,
la cabeza de rosas coronada.
Hoy todavía tu lector, Agelio,
en lánguida actitud te evoca y te halla.
Mientras boga tu barca a Grecia o Roma,
festín recuerdas y festín preparas."
Aulo Gelio. Arturo Capdevila.
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