Hace unas semanas escribí un borrador de los libros que el año pasado leí y disfruté. Libros que no esperaba, y sorpresivamente llegaron. Libros que, además, recomiendo. Espero, pues, que no sea ya muy tarde para hablar de los libros del 2009.
I.
Historia de la Decadencia y Caída del Imperio Romano de Edward Gibbon. Quizá el hallazgo más grato y más inesperado. Lo más impactante de la Decadencia y Caída, más allá de la precisión histórica (siempre ilusoria), de su sutil ironía, de la vasta erudición de su autor, de su encanto narrativo o del enorme periodo que se propone relatar (del 180 a.C. al 1590 d.C.), es la sensación que nos produce contemplar la historia y descubrir cuán frágil y delicado es el destino humano; sobre todas las cosas gravita una sensación de irrealidad después de leer un capítulo de este libro; Gibbon, sin quererlo, hace que nos sintamos mínimos, ilusorios. Cada una de sus páginas nos susurra: “Memento mori”.
Hay dos poemas que para mí tienen el poder de evocar lo que sentimos al leer la obra de Gibbon. El primero, es un Haiku de Jorge-Luis Borges (La cifra. Diecisiete Haiku):
14
¿Es un imperio
esa luz que se apaga
o una luciérnaga?
El otro poema es, por decirlo de algún modo, la contracara del anterior; pues si bien al mirar atrás no podemos distinguir si esa tenue luz que se marchita es la de un imperio o la de una luciérnaga, todavía podemos sentir, nítidamente, sus rayos sobre nosotros; así, aquel pasado borroso es la clave de este sólido presente. El poema es de Juan Manuel Roca:
Los romanos eran maliciosos.
Llenaron Europa de ruinas
Confabulados con el tiempo.
Les interesaba el futuro, Las huellas más que las pisadas.
Los romanos, Casandra, eran mañosos.
No fraguaron el Acueducto de Segovia
Como un ducto de agua y de luz.
Lo pensaron como vestigio,
Como un absorto pasado.
Sembraron de edificios roñosos Europa.
De estatuas acéfalas
Engullidas por la gloria de Roma.
No hicieron el Coliseo
Para que los tigres devoraran
A su antojo a los cristianos,
tan poco apetecibles,
Ni para ver ensartadas
Como entremeses del infierno
A las huestes de Espartaco
Pensaron su ruina, una ruina proporcional
A la sombra mordida del sol que agoniza.
Mi amigo Dino Campana
Pudo haber saltado a la yugular
De uno de sus dioses de mármol
Los romanos dan mucho en qué pensar.
Por ejemplo,
En un caballo de bronce
De la Piazza Bianca.
Al momento de restaurarlo,
Al asomarse a su boca abierta,
Encontraron en el vientre
Esqueletos de palomas.
[Como tu amor,
Que se vuelve ruina
Mientras más lo construyo.]
El tiempo es romano.
II.
Juego de Niños y otros ensayos de Robert Louis Stevenson. Gracias a una modesta edición de Norma, publicada en su memorable colección Cara y Cruz, pude descubrir al Stevenson ensayista: para mí, el mejor Stevenson; lastimosamente, poco conocido. Un hombre que vivió pocos años, intensamente; tenía la muerte entre el pecho y no se permitió una sola palabra insolente.
Stevenson puede hablarnos noblemente sobre literatura, sobre escritores y libros, pero como él mismo afirma “los libros son un sucedáneo de la vida”, su sustituto; hay cierta artificialidad que le molesta en la literatura, por eso cuando mejor brilla su genio es cuando nos habla de la vida misma: la muerte, el amor, la esperanza, los amigos, los viajes. De cualquier forma su estilo nunca decae y es igualmente bueno hablándonos de “Caminatas” o defendiendo agudamente el ocio (“Apología del Ocio”) o contándonos cuáles son los libros que lo han influenciado.
Leer estos ensayos es una dicha absoluta; poseen esa virtud de muchos ingleses, a saber: dar a sus libros un tono de conversación junto a la chimenea, de charla casual entre amigos. Algo similar pasa cuando uno lee Los Ensayos de Montaigne, -libro del que he leído buena parte y que también recomiendo mucho- quien tuvo una influencia decisiva en Stevenson: "un libro, caído tempranamente en mis manos y cuya influencia sólo advertí más tarde, pero que continúa creciendo en mí pues es una obra de la que uno no puede apartarse"."Esa sosegada y genial visión de la vida es un magnífico regalo para cualquier persona de hoy". Lo mismo podemos decir de Stevenson.
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