El lector siente que no puede más, no se explica cómo el personaje puede continuar, pero lo hace, hasta con orgullo, hasta con algo de honor. Es una novela maravillosa, deprimente, y maravillosa. La leemos como quien mira a través de una ventana sin ser visto. Nos sentimos incómodos de inmiscuirnos en la vida de un ser con tantas penas y vergüenzas, leemos con dificultad, queremos y no queremos, es una sensación horrible y sin embargo tenemos que proseguir.
Nos gusta de este libro que atrapa a pesar de sí, de que es algo que no quisiéramos leer. Recuerda La naranja mecánica la escena en que le proyectan a Alex películas con ultraviolencia. Pero Alex, comparado con el lector de Viaje al fin de la noche es un pobre e inocente jovencito, pues él está obligado por los científicos a ver escenas que, creen, lo convertirán en una mejor persona.
En cambio, usted, lector, si lee a Céline, lo hará bajo su propia responsabilidad, y no saldrá bien, porque cuando uno se adentra al fin de la noche sabe que lo que lo espera cambiará algo, o mejor, averiará algo que no sabíamos que estaba ahí.
1 comentario:
Yo lo quiero.
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