10/7/09

Viaje al fin de la noche. Edhasa.


Leer Viaje al fin de la noche es enfrentarse a una pesadilla. La cosa comienza bien, tragicómica, pero bien. Pero después, después, es terrible, sentimos la vida de Ferdinand como la propia. Es decir, horrible, difícil, sinuosa, pesarosa, desesperanzada, cansada, aburrida, espantosa, lúgubre…
El lector siente que no puede más, no se explica cómo el personaje puede continuar, pero lo hace, hasta con orgullo, hasta con algo de honor. Es una novela maravillosa, deprimente, y maravillosa. La leemos como quien mira a través de una ventana sin ser visto. Nos sentimos incómodos de inmiscuirnos en la vida de un ser con tantas penas y vergüenzas, leemos con dificultad, queremos y no queremos, es una sensación horrible y sin embargo tenemos que proseguir.


Nos gusta de este libro que atrapa a pesar de sí, de que es algo que no quisiéramos leer. Recuerda La naranja mecánica la escena en que le proyectan a Alex películas con ultraviolencia. Pero Alex, comparado con el lector de Viaje al fin de la noche es un pobre e inocente jovencito, pues él está obligado por los científicos a ver escenas que, creen, lo convertirán en una mejor persona.
En cambio, usted, lector, si lee a Céline, lo hará bajo su propia responsabilidad, y no saldrá bien, porque cuando uno se adentra al fin de la noche sabe que lo que lo espera cambiará algo, o mejor, averiará algo que no sabíamos que estaba ahí.