Resulta que estoy rodeado de todas las herramientas para escribir posibles: portátil, máquina de escribir, cuadernos de notas, memorias USB, lapiceros. Jamás había notado esta obsesión multifuncional. Suelo tomar notas en cuadernos (siempre los mismos lapiceros, siempre los mismos cuadernos). Copio algunas notas en la memoria USB. En otras ocasiones escribo directamente en el portátil —siempre distraído a causa de mi intermitente atención y las tentaciones del internet.
La Olivetti que está sobre mi escritorio fue un regalo de mi novia. Todavía intento mejorar mi mecanografía para usarla correctamente. Debajo de la mesa está su estuche rojo —junto a otra máquina de escribir portátil (negra): una Remington de los años 30’, que compré en un mercado de pulgas, antes de descubrir que ni la W ni el cilindro funcionaban—, que le combina. La publicidad original de la Remington afirmaba que era tan liviana que hasta un niño podía cargarla. Mentira.
La cama no es un regalo de mi novia: se la usurpé. Solía marinarme en ella —una estado mental cercano al dormitar—, pero por el momento está bloqueada por el manuscrito de la nueva traducción de la gigantesca novela de Victor Hugo Les Misérables, sobre la que estoy escribiendo. Así que nada de dormitar, o pensar, por ahora. Junto al manuscrito hay un mapa turístico de París que utilizo para alentar mi huída de esta mísera pila de papeles.
Sobre mi escritorio tengo dos libros amados, ambos regalos: la primera edición británica (1947) del libro de Vladimir Nabokov sobre Nikolái Gógol; y la primera edición, publicada en París en 1929, de una colección de ensayos seleccionados por Joyce sobre el Finnegans Wake. Supongo que son una especie de talismán. ¿Para qué? No sé exactamente: son mis amigos imaginarios.
Hay libros alrededor del cuarto, sobre el piso, porque arrendamos el lugar por poco tiempo (lo que también explica la ausencia de cuadros). Pero me gusta la desnudez espontánea. Los libros forman un friso improvisado; es doblemente literario.
La petaca de peltre, de mi hermana, está vacía.
Adam Thirlwell (1974) nació en Londres. Actualmente vive en esta ciudad. Es colaborador de la revista Areté y de los períodicos The Guardian y The Squire. En el 2003 publicó su primera novela, Política. La editorial Anagrama acaba de publicar su segunda novela, La huída.
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