23/5/09

Naturalmente, primero, las obsesiones

En la Rocca, un montón de tuberculosos se mueren, preocupados por no quebrar ese silencioso pacto de no sobrevivirse: se contentan con tener como botín de guerra un puñado de nubes, una breve frase que no los haga escupir; así los mata el tiempo, y esto es lo que escribe don Gesualdo Bufalino, especialmente en La perorata del apestado.


La muerte, la enfermedad, son temas recurrentes, sino obsesivos, en Bufalino: la abolición de la memoria o simplemente una ceguera; y la coma, la coma que es el respiro que todo lo conecta, que hace posible escribir literatura.


Joseph Brodsky acaso posea la cifra: el lenguaje no es la herramienta, es el hombre la herramienta del lenguaje.


Gesualdo Bufalino, estoy seguro, pensaba así; y desde la descripción de unas cuantas sombras en la radiografía de un pecho, la repetición de un mismo sueño, lo dicho es superior a la vida.

2 comentarios:

Misael Peralta dijo...

Bonito homenaje. A Buffalino, a Brodsky, a la coma, al lenguaje. Se nota que sus lecturas son cada vez más desprevenidas, y su escritura más dispuesta. Que envidia.

Tomás David Rubio dijo...

No deja de asombrarme cómo, cada vez que abro La perorata, esa misma desprevención que tuve la primera vez (ya no recuerdo por qué compré ese libro, qué hizo que me decidiera a llevarlo), permanece.
Es una buena idea pensar que los buenos libros son los que permiten olvidar.