3/11/11
El sueño de las escalinatas
24/10/11
Prohibición
3. Prohibida la rasura. Todo hombre que lleve la barba afeitada o cortada será encarcelado hasta que le crezca la barba con la longitud de un puño.
5. Prohibición de la posesión de palomas y de las riñas de pájaros. Este pasatiempo tiene que cesar. Las palomas y los pájaros usados en juegos y riñas deben ser matados.
7. Prohibido el juego de la cometa. Este juego tiene conseciuencias sociales nocivas, por ejemplo, las apuestas, la mortalidad infantil y el ausentismo escolar. Los comercios que vendan cometas serán cerrados.
10. Prohibidos los peinados británicos o norteamericanos. Los hombres con el pelo largo serán detenidos y llevados al Ministerio de Promoción de la Virtud y Prevención del Vicio, donde se les cortará el pelo convenientemente. El coste de la peluquería correrá a cargo del infractor.
14. Prohibido tocar el tambor. En caso de que alguien toque el tambor, el consejo religioso de ancianos decidirá la pena adecuada.
15. Queda prohibido que los sastres confeccionen ropa femenina y tomen medidas a las mujeres. En caso de ser encontradas revistas de moda en la tienda el satre será encarcelado.
11/9/11
Awesome People Reading
24/8/11
27/7/11
En vitrina:
6/7/11
Max Frisch: Montauk. Una narración. Laetoli, trad. Fernando Aramburu.
4/7/11
Las bibliotecas del Nobel
Los oficios de la cultura. Mario Vargas Llosa y el oficio de escribidor. from Tres Dependientes on Vimeo.
29/6/11
En vitrina: Patrick Leigh Fermor
15/6/11
El bibliotecario valiente
12/6/11
En vitrina:
Samuel Johnson: El patriota y otros ensayos, El buey mudo.
Jaime Jaramillo Escobar: Método fácil y rápido para ser poeta (dos tomos), Luna Libros
*Ver: http://clubdetraductoresliterariosdebaires.blogspot.com/2011/06/la-columna-que-se-reproduce.html.
24/5/11
El rincón del vago: Antonio Ungar
Trabajo en donde puedo. He vivido en cinco países distintos en los últimos quince años y en cada país he tenido que mudarme más de una vez (nueve veces cuando viví en Barcelona sólo cinco años). Por culpa de tanto trasteo nunca he tenido un estudio silencioso y solemne en el que escribir por fin las obras maestras que mis lectores me piden a los gritos.
Así he escrito todo lo que he escrito. Sin un cuarto fijo, sin un horario y sin un ritual para escribir. Escribo, pero a veces ni siquiera eso hago. Antes del último libro estuve dos años mudo. Ahora llevo casi un año sin mover un dedo. Desde hace unos meses tengo por fin un apartamento amplio, soleado, con un cómodo estudio de escritor en el que podría producir más de una obra maestra diaria sin pestañear siquiera.
Pero precisamente ahora (que lo tengo todo) mis manos se niegan a escribir. Las noches se van una detrás de otra, todas muy ordenadas, mientras yo leo novelas policíacas tirado en una colchoneta o veo televisión gringa que bajo ilegalmente en mi computador portátil. En pocas horas del día en que no estoy durmiendo o en la calle, trabajo, también, todo hay que decirlo.
Desde hace cuatro meses vivo en Jaffa, Israel-Palestina. Aquí, como en Colombia, lo que pasa en la calle es infinitamente más divertido que cualquier cosa que pueda aparecer en el computador de un escritor. Es por eso que mi primoroso estudio está casi todo el día vacío. Siempre que regreso recuerdo que debería estar escribiendo y simultáneamente constato que en mi ausencia el desorden se multiplica sólo.
En mi estudio queda también mi closet, así es que cuando me pongo la piyama (lo que ocasionalmente sucede en las noches) contribuyo con una muda entera al veloz cambio geológico de una montaña de ropa sucia que podría desaparecer si un día me decidiera a lavarla, lo que no ocurre con la frecuencia que debería.
Últimamente leo mucho y casi solamente libros policíacos, así es que junto a mi montaña de ropa sucia asciende desafiando la gravedad una segunda montaña de libros baratos y a medio empezar. Cuando me descuido, que es casi siempre, una tercera montaña dialoga con las dos anteriores: el Everest de la comida y los platos sucios. Almuerzo sólo, siempre, en mi estudio de escritor. Almuerzo viendo televisión, leyendo en mi colchoneta. Sin escribir.
Rezo cada día para que cuando la musa de la escritura regrese para bombardearme con obras maestras (de mi autoría, espero) el presupuesto me siga alcanzando para pagar este primoroso estudio. Sé que entonces, motivado por tanta creatividad, me decidiré por fin a decorarlo. Pondré bibliotecas y las llenaré de libros imprescindibles. Pegaré en las paredes fotos de escritores vivos y de escritores muertos. Recogeré la ropa sucia. Comeré en la cocina. Y no volveré a leer, lo prometo, para evitar que el caos me devore de nuevo.
Antonio Ungar (1974) es un escritor colombiano. Su primer libro, Trece circos comunes (Norma, 1999) -reeditado en 2010 por Alfaguara: Trece circos y otros cuentos comunes- es la reunión de imagenes que van desde una sala llena de soldados malheridos hasta los recuerdos de la selva del Guainía. Sus cuentos han aparecido en numerosas antologías como la que hizo no hace mucho la editorial Eterna Cadencia: El futuro no es nuestro Nueva narrativa latinoamericana. Es autor de las novelas Zanahorias voladoras (Alfaguara), Las orejas del lobo (Ediciones B) y Tres ataúdes blancos. Esta última, publicada por Anagrama, ganó el Premio Herralde 2010. Agradecemos su colaboración y la de su vecino en Jaffa: si no fuera por la cámara digital que llevaba puesta tal vez este texto no estaría listo.
19/5/11
Dos de Apostrophes
Nabokov, el 30 de mayo de 1975 en Apostrophes
Desde 1939 Marguerite Yourcenar vivió con quien sería su compañera durante cuarenta años, la señora Grace Frick, su traductora al inglés además. Cuando Pivot fue a entrevistar en 1979 a Yourcenar en su casa en el estado de Maine, Frick estaba muy enferma, y Pivot, que estudiaba bien a sus entrevistados y si era el caso leía o releía los libros del invitado –algo que se nota admirablemente en su trabajo- al final de la visita le comentó cuánto le llamaba la atención el hecho de que ninguno de sus libros hubiera aparecido en los Estados Unidos en la última década. La razón es muy simple, le contestó Yourcenar, como usted ha visto Grace ha estado muy enferma y no ha podido traducir más mis libros. Por eso no quiero apenarla, no quiero que mientras viva vea que un libro firmado por mí aparece con una traducción que no es la suya.
6/5/11
Woody Allen on Inspiration
The Catcher in the Rye. J.D. Salinger (1951)
[El guardián entre el centeno o El cazador oculto]
Para mí, El guardián entre el centeno siempre ha tenido un significado especial acaso porque lo leí cuando era joven –tenía dieciocho años más o menos. El libro hacía eco de mis fantasías sobre Manhattan, el Upper East Side y la ciudad de New York en general. Fue un escape estupendo de los demás libros que estaba leyendo en ese entonces, libros con un cierto carácter de tarea. Leer Middlemarch o La educación sentimental es trabajo; leer El guardián entre el centeno es puro placer. El deber de entretener recae sobre el autor. Salinger asume esa obligación desde la primera frase.
En mi juventud, leer era algo asociado con la escuela, algo que hacías como una obligación, algo necesario si querías salir con cierta clase de mujer. No era algo que yo hiciera por placer. Pero El guardián entre el centeno era diferente. Era divertido. Estaba escrito en mi jerga y la atmósfera del libro tocaba mis emociones. Lo releo de vez en cuando y siempre logro disfrutarlo.
Really the Blues. Mezz Mezzrow y Bernard Wolfe (1946)
Con los años supe –porque traté con músicos de jazz que conocieron a Mezzrow y con la gente sobre la que él escribió en su libro– que sus memorias estaban llenas de historias apócrifas. Sin embargo, el libro tuvo un fuerte impacto sobre mí, un clarinetista de jazz –igual que Mezzrow– en ciernes, tratando de aprender a interpretar el lenguaje de la música, sobre el que escribieron Mezzrow y Wolfe. La historia, probablemente un montón de basura, me llamaba la atención porque hablaba sobre la obra de muchos músicos que yo conocía y admiraba, sobre los pormenores de los bares de jazz que yo frecuentaba y sobre las canciones legendarias que se tocaron en los night-clubs legendarios. Así que me pasé un buen tiempo leyéndolo cuando mi pasión por el jazz se estaba formando. Pero reconozco que no es un libro muy bueno o incluso uno muy honesto.
The World of S.J. Perelman (2000)
El ser humano más gracioso que conozco, en cualquier medio –comedia en vivo, televisión, teatro, prosa, películas–, es S.J. Perelman. Sus primeros trabajos fueron un poco extravagantes, no tan buenos o sutiles. Con los años, su material se volvió implacablemente extraordinario.
Hay muchas antologías de Perelman repletas de cosas tremendas. Ésta, que prologué, tiene un buen número de piezas espectaculares. Organizados cronológicamente, por decisión de los editores, los cuatro primeros ensayos son, en mi opinión, los más flojos. Una vez que das con el quinto ensayo –casual los llamó el New Yorker– te agarra con su ritmo, y el resto de ellos son genio cómico absoluto. Lo más divertido que uno pueda conseguir.
Los que crecimos con Perelman descubrimos que era imposible evitar su influencia. Tenía una capacidad inventiva inmensa.
Epitaph of a Small Winner. Machado de Assis (1880)
[Memorias póstumas de Blas Cubas]
Un día llegó con el correo. Un desconocido me lo envío desde Brasil junto con la nota “Esto te va a gustar”. Porque es un libro delgado, lo leí. Si hubiera sido un libro grueso lo habría desechado.
Me sorprendieron su humor y su encanto. No podía creer que Machado de Assis hubiera vivido hace tantos años. Uno podría pensar que escribió el libro ayer; es tan moderno y divertido. Una obra verdaderamente única. Hizo repicar una campana en mí de la misma forma que lo hizo El guardián entre el centeno. El libro trataba los temas que a mí me gustaban con ingenio, originalidad y cero sentimentalismos.
Elia Kazan: A Biography. Richard Schikel (2005)
El mejor libro sobre el mundo del espectáculo que he leído. El libro está brillantemente escrito y se ocupa de un director magnífico, muy significativo para mí cuando estaba madurando y convirtiéndome en cineasta. Schikel entiende a Kazan; entiende a Tennessee Williams; entiende a Marlon Brando; entiende Un tranvía llamado deseo. Escribe con un amplio conocimiento histórico, agudeza y vivacidad. Los libros sobre el mundo del espectáculo usualmente no valen la pena. Son tontos y superficiales, nada más. Pero este es un libro fabuloso. Sea cual sea tu opinión sobre Kazan políticamente, no hay nada que hacer contra el hecho de que el tipo era un director tremendo.
29/4/11
Mi estudio: Guillermo Martínez
Mi estudio está en la parte de atrás de mi casa. Es un cuarto no muy grande, de techo bajo, con una ventana amplia que da al jardín. Cuando nos mudamos a esta casa (que tiene casi cien años) pensamos durante un tiempo en extenderlo hacia el jardín para que pudiera contener parte de las bibliotecas, pero finalmente lo dejamos tal como estaba, y sólo reemplazamos el piso anterior de cerámica por uno de pinotea. Es un espacio silencioso, al que no llegan los ruidos de la calle, y tiene luz natural durante gran parte del día. Está a la vez separado e integrado a la casa por una puerta vidriada, algo para mí importante porque me gusta (o no puedo evitar) caminar cuando escribo. De manera que esa puerta está en general abierta y yo deambulo durante la mañana en busca de té o café entre mi estudio y la cocina. Tengo un escritorio antiguo que compré en el Mercado de Pulgas, junto con unas sillas giratorias de madera muy hermosas. Una notebook, una impresora, una lámpara, las pilas de borradores sucesivos de lo que estoy escribiendo. También dos bibliotecas con mis propios libros, y los libros “afines” a la novela que escribo, porque me gusta tenerlos cerca. En general mi escritorio está siempre en algún grado de desorden creciente, llega periódicamente al desborde y, como parte del ciclo, en un tardío arranque de limpieza este desborde se traspasa a los cajones, que a su vez, como en un sistema de esclusas, desbordan también por dentro, a escondidas. Hay también sobre el escritorio una latita-lapicero, decorada por mi hija en algún día del padre, que tiene una propiedad antimateria: la lleno cada tanto con biromes flamantes, que van desapareciendo una a una como en Diez indiecitos, o dejan de funcionar infaliblemente cada vez que las preciso. Por la ventana que da al jardín puedo ver crecer los árboles y las enredaderas, puedo ver pájaros, alguna lagartija, a veces colibríes. Puedo seguir también el paso lento del tiempo de estación a estación. Pero yo soy mucho más lento (no lo digo con orgullo, lo digo con desesperación). A veces, allá afuera, pasa todo un año, mientras los personajes en mis páginas no logran avanzar un día.