Norman Thomas di Giovanni (1933- ) es uno y sin duda el más especial de los aproximadamente diecisiete traductores (oficiales) de la obra de Jorge Luis Borges al inglés. El más especial porque sus trabajos fueron personalmente dirigidos por el propio Borges durante varios años. Porque di Giovanni se convirtió desde 1968, año en que se trasladó a Buenos Aires (se conocieron en Cambridge, en 1967, cuando Borges dictaba las Charles Norton Lectures en la Universidad de Harvard), en amigo, colaborador y testigo del proceso creativo de Borges, hasta casi unos tres años después. Borges siempre agradeció el trabajo de di Giovanni, pero es cierto que su presencia le llegó a parecer fastidiosa e imprudente: era como un niñito que lo quería saber todo.
Di Giovanni aprovechó cada instante de su trabajo con Borges, parece que su español era menos que aceptable, Borges y Bioy se burlaban de él, decían que esas traducciones eran más de ellos (las traducciones de Bustos Domecq fueron de las primeras)... pero también es cierto que di Giovanni fue importante cuando un Borges casi desesperado decide separarse de Elsa Astete, lo acompañó en las secretas y preocupadas reuniones con abogados para disolver el matrimonio, era la perfecta excusa para salir y no verla.
Borges y di Giovanni en Nueva York, 8 de abril, 1968.
No es cierto que di Giovanni fue el primer traductor de Borges al inglés: la edición de The Aleph and Other Stories, la selección hecha por Borges y di Giovanni, es de 1970; de 1962 es Ficciones (trad. A. Kerrigan), y en 1964 aparece Labyrinths (Donald Yates y James E. Irby), estos dos, los libros con los que el mundo anglófono conoció a Borges, justo después de haber recibido con Beckett el Premio Formentor, en 1961. Fue Anthony Boucher, un amante de las historias de detectives, cuenta Yates, en la edición de agosto de 1948 de la Ellery Queen’s Mystery Magazine, el que por primera vez tradujo a Borges; tradujo El jardín de senderos que se bifurcan, The Garden of Forking Paths.
Desde entonces, parece que la crítica norteamericana encuentra común una idea: la importancia de Borges se encuentra solamente en los relatos de la decada de los 40, lo de Ficciones, lo de El aleph, poco más; sin duda admiran su obra, pero no temen en reducirla a unos pocos cuentos, la poesía, llena según ellos de alusiones criollas, necesita múltiples notas al pie, los ensayos, con una selección basta. Naturalmente generalizo, pero no es un secreto lo cerrado (adjetivo benévolo) que es el público estadounidense frente a la literatura no escrita en inglés, y así como he visto en youtube estudiantes gringos aprendiendo en español el infame Instantes, también están los que creen que este escritor argentino es el famoso autor de Cien años de soledad.
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Todo esto y di Giovanni, porque paradojicamente la relación Borges-lengua inglesa, es triste y desagradecida. Paradoja porque se sabe que el inglés fue la lengua con la que Borges fue educado, en la que leyó sus primeros libros, una de sus más queridas herencias. Llegó incluso a envidiar no escribir en ese idioma sus historias. Fue en inglés, y con di Giovanni, que Borges escribió, hasta donde sé, su texto más extenso: la Autobiografía, publicada por The New Yorker en 1970. Muchas veces se ha dicho lo poco que suena Borges al castellano, lo parecido a la cadencia inglesa; varias opiniones apuntan lo "transparente" que resulta leer a Borges en inglés.
El asunto es que el trabajo de Norman Thomas di Giovanni es, sino odiado, sí debatido y criticado por una buena parte de la academia nortemericana; pero pregunto, si Borges fue practicamente el encargado de llevar esos textos al inglés, ¿no es de esperar una que otra adición, uno u otro movimiento inédito? Alberto Manguel, lector más que apropiado para la discusión, en varios artículos ha criticado todas las traducciones que de Borges se han hecho al inglés, las de di Giovanni las califica como "meticulosas pero fallidas", la de Las ruinas circulares por Paul Bowles "iletrada", como "abominables" las Otras inquisiciones de Ruth Simm... a Manguel no le queda sino recomendar a los lectores "la no imposible tarea de aprender español".
Pero a pesar de los comentarios de Manguel, el trabajo de Borges con di Giovanni llama la atención: enfurecidos profesores le han escrito al traductor que por qué un texto que en el original es de siete párrafos, en su traducción es de ocho, con casi 150 palabras más; adiciones, correcciones, todo, seguramente, oculta una carcajada borgiana. Y resulta que la totalidad de estas traducciones (reescrituras) no han sido publicadas, y todo por el problema del legado, en manos de María Kodama, de Borges.
Según di Giovanni, las traducciones están amparadas con un 50-50 de regalías con Borges, pero en 1986 Kodama hizo anular todo acuerdo del traductor con el escritor. Según ella las traducciones pertenecen al patrimonio de Borges y solamente a él; las traducciones las guarda quién sabe dónde di Giovanni, asegurando que son trabajos que él y Borges escribieron conjuntamente en inglés. El año pasado el traductor publicó en su página web algunos de estos textos, por primera vez y de manera pública; los agentes literarios y supuestas amenazas hicieron retirar de la página las traducciones.
Pleitos, amenazas, y en el medio un mundo de lectores que sin saberlo, hoy está leyendo a Borges traducido por un profesor de inglés de la Universidad de Puerto Rico.
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En la librería está la edición en español de la Autobiografía (Librería Editorial El Ateneo, Buenos Aires, 1999), la traducción de Marcial Souto y Norman Thomas di Giovanni, el copyright: Jorge Luis Borges & Norman Thomas di Giovanni, 1970; Estate of Jorge Luis Borges and Norman Thomas di Giovanni, 1998. "Publicado por convenio con Norman Thomas di Giovanni/María Kodama, exectrice of The Estate of Jorge Luis Borges".
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