Dino Buzzati nació el 16 de octubre de 1906 en San Peregrino, provincia de Belluno. Generaciones de Buzzatis vivieron en estas laderas que, desde los tiempos de Roma, miran las cumbres nevadas de los Alpes. Su padre –abogado y profesor de Derecho Internacional– murió cuando éste apenas contaba con 14 años, dejando al joven Dino una modesta biblioteca que, al parecer, sería parte fundamental en la formación del futuro artista. Los libros no fueron los únicos que jugaron parte importante en su infancia, a los doce años Buzzati aprendió a tocar violín y piano; también, dedicó horas y horas a pintar y dibujar. Por estos años, hizo pequeñas historietas de imaginarias excursiones por las montañas de Belluno; historietas atravesadas por su temprana afición al montañismo –esta afición años después inspiraría su primera novela Bàrnabo delle montagne (1933).
A los 18 años comienza, de mala gana, por la presión de su familia, sus estudios de Derecho en la Universidad de Pavía. Se gradúa –sin ningún merito diferente a haber completado sus estudios– con una deslucida tesis: La natura giuridica del Concordato. Ese mismo año, el Buzzati de 22 años es contratado por el diario Corriere della Sera. Primero se desempeña como aprendiz; luego ocupa, sucesivamente, los cargos de corrector, corresponsal, reseñista y editor. Allí, en el Corriere della sera, Buzzati trabajaría hasta el día de su muerte (28 de enero de 1972).
Y entre noticia y noticia, Buzzati comienza a escribir. Su primera y segunda novelas (Bàrnabo delle montagne, 1933; Il segreto del Bosco Vecchio, 1935), reciben una moderada aceptación (que podría pasar por indiferencia). Buzzati tendría que esperar hasta la publicación del Desierto de los Tártaros, para llamar la atención de los lectores italianos. (En español sería primero una editorial argentina quien editara el Desierto; luego editorial Alianza, en España, encargaría una traducción a Esther Benítez).
En el Desierto de los Tártaros están todos los temas que Buzzati trató en sus novelas anteriores, y los que tratará en sus novelas, cuentos, obras de teatro futuros. Ahí están, espléndidamente desarrolladas, sus preocupaciones esenciales: el tiempo, la muerte, el destino, la espera infinita. No es una casualidad o una injusticia que se le recuerde siempre por esta novela, todo lo contrario: es reconocer que allí está una de sus más importantes creaciones, sino la mejor.
Lo que más sorprende del Desierto de los Tártaros es que, además de que todos esos temas estén ahí conjugados lúcidamente, el lenguaje que utiliza para desarrollarlos es sencillo y claro; Buzzati no utiliza un lenguaje oscuro para dar profundidad a la trama o al tema. No. Dino Buzzati elige historias simples a las que sabe explotar. En el Desierto de los Tártaros, Giovanni Drogo es enviado a un puesto de frontera donde esperará incansable e inútilmente la llegada de los Tártaros; en el Poema en Viñetas –novela-cómic donde Buzzati despliega sus dos mejores talentos: pintar y contar historias: "Pintar o escribir para mí son básicamente lo mismo. Quien pinta o escribe, persigue el mismo objetivo, que es contar historias"–, Orfi atraviesa una puerta que lo lleva al mundo de los muertos, para tratar de rescatar a su amada Eura (clara recreación del mito de Orfeo y Eurídice). Así contadas las tramas parecen simples, pero ¡hay que ver cómo escribe este señor!
La belleza, decía Borges, no debería ser difícil –por eso cuando leemos a Joyce sentimos que fracasó. Cuando leemos a Buzzati, confirmamos esa afirmación, sentimos que todo es sencillamente desolador y sencillamente bello.
Después del Desierto de los Tártaros llegaron otros tantos éxitos: La famosa invasione degli orsi in Sicilia (1945), que se convirtió en un libro muy popular entre los niños (poco después de publicado Lemony Snicket realizo una traducción al inglés) y Un amore (1963), que fue considerado como el primer best-seller de Italia. Lo valioso de Buzzati no sólo es su popularidad –creciente–, también es destacable cómo este modesto periodista llevó a un gran público grandes temas. Cada uno de sus libros es una hermosa pieza de lo fantástico, lo simbólico y lo humano.
[Según leí Coetzee se inspiro en El Desierto de los Tártaros para escribir Esperando a los Bárbaros. En El mar de las Sirtes de Julien Gracq también está presente la influencia de este libro.]
Algunas obras de Buzzati en Español:
(2009) Las Noches Difíciles. Acantilado.
(2008) El Colombre. Acantilado.
(2008) El Desierto de los Tártaros. Gadir Editorial.
(2007) Bàrnabo de las montañas. Gadir Editorial.
(2007) El secreto del Bosque Viejo. Gadir Editorial.
(2007) La famosa invasión de Sicilia por los osos. Gadir Editorial.
(2007) Un amor. Gadir Editorial.
(2006) Sesenta Relatos. Acantilado.
(2006) El gran retrato. Gadir Editorial.
(2006) Poema en viñetas: novela gráfica. Gadir Editorial.
El campesino que espera llegar a la ley en el cuento de Kafka (Ante la Ley) es sutilmente diferente al soldado que aguarda indefinidamente la llegada del enemigo (El Desierto de los Tártaros). En el cuento de Kafka el destino es inescrutable; en la novela de Buzzati, el destino avanza fatalmente por la desidia de los personajes.
He ahí la diferencia: el campesino de Kafka no tiene opciones, su destino es la espera infinita; Giovanni Drogo decide ceder a la espera: cambiar el destino está en sus manos, pero nunca lo hace.
Podemos leer en el Desierto de los Tártaros dos historias. Una historia de pesadilla, como la de Kafka, donde la libertad parece estar suprimida, donde el personaje es sojuzgado por la fuerza de los hechos y la tiranía del tiempo. Pero también podemos leer esta historia como una especie de advertencia contra la monotonía de la cotidianidad, un inteligente y desgarrador aviso de cómo podemos terminar si dejamos que el tiempo baraje los días mientras nosotros observamos, indiferentes. De cualquier forma siguen resonando en este libro muchas preguntas: ¿Somos, realmente, libres? ¿Nos espera, a la mayoría, una vida desdichada? ¿Existe algo cercano a la salvación?
Acaso Drogo pueda ser una especie de imagen de Buzzati y a la vez una imagen de todos nosotros. Eugenio Montale, recuerda a Dino Buzzati en las páginas del Corriere della Sera, enero 29, 1972, el día después de su desaparición: "La totalidad de la realidad, la vida misma, los objetos eran para él señales de otros lugares, una puerta que temía un día podría abrirse. Y Dino estaba a salvo de persistir en llamar. Y así fue durante muchos años.... “Dino Buzzati nunca dejó de buscar la fe hasta el último momento de la vida, aún así cerca de la muerte siguió llamándose "incrédulo".