30/12/09
Tacet*
28/12/09
En Vitrina:
Fritz Zorn: Bajo el signo de Marte, Anagrama.
Goran Petrovic: La Mano de la Buena Fortuna, Sexto Piso.
Jean-Claude Carrière: El Círculo de los Mentirosos, Lumen.
20/12/09
Dos inclusiones
Quiero hablar de un libro que se llama Sostiene Pereira, de un señor que se llama Antonio Tabucchi, pero mis libros, metidos en cajas, en cuatro cajas, así no son biblioteca, es decir, recurso, pero más, base. Unos libros que no pueden moverse están muertos. Busco un apunte, pienso en la confederación de almas y en una omelette a las finas hierbas, y el calor, que ya no es solo del buen Pereira, personaje inolvidable, y que por las noches es aun más molesto, que no sabría decir de cuál de las cajas, aquí al molesto lado, proviene.
Tengo, entonces, que desconfiar de la casualidad: una nota rasgada con algún cuidado y uno de los libros que no alcanzó a morir, quedan sobre el escritorio. La primera, arrancada de una revista, es una tabla hecha por un “profesor y crítico gringo”, que calificó el “dominio” y la “pronunciación” de la lengua inglesa de los principales escritores del llamado boom latinoamericano, así:
| DOMINIO | PRONUNCIACIÓN |
Mario Vargas Llosa | 6/7 | 5/6 |
Guillermo Cabrera Infante | 10 | 8 |
Octavio Paz | 4 | 4/5 |
Carlos Fuentes | 10 | 10 |
Gabriel García Márquez | 8 | 6 |
Jorge Luis Borges | 10 | 8/9 |
La nota (que creo pertenece a un artículo de Daniel Samper sobre el Boom para la revista Diners) también cuenta que para el profesor, el que mejor escribe en inglés es el cubano – lo que se conoce como Puro humo, originalmente Holy Smoke, algunos de los artículos de El libro de las ciudades, ejemplos- pero que el “máximo seductor de audiencias” es Fuentes. Esto para 1991, 1993.
…
El segundo, es un libro marcado por mi mamá en octubre de 1994: es la reunión del discurso que Gabriel García Márquez pronunció el ocho de diciembre de 1982 recibiendo el Premio Nobel; el “Brindis por la poesía” con el que dos días después abrió el Nobel Banquet; el Discurso de ofrecimiento del Nobel por Lars Gyllensten, representante de la Academia Sueca; otros textos sobre García Márquez y sobre el Premio Nobel en general… y una entrevista, por parte de Eligio García, a Arthur Lundkvist.
Resulta que este señor era en su momento el único de los (18) miembros de la Academia Sueca que sabía leer español, aquel del “cual depende en cierto modo el destino universal de nuestras letras”, escribió el mismo García Márquez.
«-¿Qué siente Arthur Lundkvist con este inmenso poder?
El sonríe con malicia irónica ante la pregunta.
-Son circunstancias que han hecho toda esta situación. Y que colocan sobre mí semejante responsabilidad. Las circunstancias me han dado mucho poder, y yo detesto el poder. Siempre he estado contra él, y por eso esta situación no me gusta. Pero el problema es que soy el único que puede leer a los autores latinoamericanos con matices, y con un juicio más certero por hacerlo en el propio idioma. Como puede ver, la culpa no es mía».
Lundkvist (1906-1991), fue un poeta, novelista, crítico y traductor (de Paz, de Neruda, de García Lorca) que, oh detalle, recibió en 1958 el Premio Lenin de Paz:
El periodista sigue su entrevista, pregunta y sale la palabra “política”:
«Le repito, la academia sólo tiene en cuenta los méritos literarios, sin pensar en consideraciones políticas […]»
Hablan, menciona candidatos, “no es ningún secreto”:
Gunter Grass, Anthony Burgess, Joyce Carol Oates, …Julio Cortázar “aunque no sea uno de mis favoritos”:
«Antes que se lo pregunten, Lundkvist curiosamente aclara que “José Donoso no es lo suficientemente bueno para el Nobel”, y que Jorge Luis Borges tampoco lo recibirá jamás», y, justo después, toda su inteligencia se desborda; el poetariado aulla:
«Sobre la academia existe una gran presión para que le den el premio a Borges. Esto se habría justificado hace 30 años. Ahora [1982] ya es demasiado tarde. Muchos dicen que yo no quiero el premio para Borges por su posición política reaccionaria. Esto es falso. Esto nada tiene que ver con la política. Lo que pasa realmente es que Borges no ha escrito nada de importancia en lo últimos 25 años».
Solamente tres años antes, en 1979, Lundkvist le decía, entre camaradas, a Volodia Teitelboim:
«-Soy y seré un tenaz opositor a la concesión del Premio Nobel de Literatura a Borges por su apoyo a la dictadura de Pinochet, que ha sido usado por la propaganda de la tiranía para intentar una operación cosmética».
Lo que llama la atención es lo de “los últimos 25 años”, es decir, y naturalmente suponemos que la cifra de Lundkvist sea aproximada, lo publicado por Borges entre 1960 y 1982: libros como El hacedor (1960), El oro de los tigres (1972), La cifra (1981), El libro de arena (1975) y un largo etcétera, aparecieron para, como el orgulloso Lundkvist, los lectores de la lengua castellana en estos años.
Seguramente no habrá leído la mayoría de estos títulos; al fin y al cabo no le resultaban importantes y estaba en su derecho como lector, pero, ejemplo, Teitelboim también registra esta frase en su conversación con Lundkvist (1979):
«Borges lo es [interesante], y como poeta me parece excepcional»; lo curioso es que la mayor parte de la obra poética de Borges –y también la más admirada- se escribe a partir de su ceguera, a mediados de los años cincuenta, y, con El hacedor (1960) Borges se dedicará más a la poesía y a la métrica, que a la narración de ficciones, de alguna manera más extensas.
El ocho de enero de 1985, y para terminar con las incoherencias de este señor, Lundkvist declaró al diario Clarín:
«Pienso que su poesía es interesante y valiosa»
19/12/09
En Vitrina:
Julio Ramón Ribeyro: La palabra del mudo, Seix Barral.
Vladimir Nabokov : Curso de literatura europea, Zeta Bolsillo.
16/12/09
Enoch Arnold Bennett y su “Enterrado en vida”.
Italo Calvino (El Vizconde demediado) narra las peripecias de Medardo, Vizconde de Terralba, personaje que, tras recibir un cañonazo, queda dividido en dos mitades: una, descaradamente mala; la otra, insoportablemente buena. R.L. Stevenson, en una de sus novelas más famosas, cuenta la historia del tímido Dr. Jekyll, quien, al ingerir una poción, se transforma en el malvado Mr. Hyde; Max Frisch, en No soy Stiller, relata la historia de un hombre que niega ser quien es y afirma que es otro: solo por el deseo de ser otro; En El difunto Matías Pascal, Luigi Pirandello imagina a un hombre (Matías) que, al regresar a casa después de un viaje, descubre que sus familiares reconocen en un cadáver anónimo a su propia persona: oficialmente, está muerto. Doppelgänger, fetch y wraith, son las palabras que el alemán, el gaélico y el escocés, respectivamente, utilizan para designar la fantasmal doble de un hombre, su siniestra bilocación.
Las mitades errantes de un vizconde incompleto; Jekyll y Hyde; Matías Pascal, hombre que habita, al mismo tiempo, el mundo de los vivos y los muertos; el caprichoso Stiller, que declara ser alguien más y no él; son apenas un puñado de ejemplos de uno de los tópicos que ha recorrido casi todas las literaturas: la idea del otro, del doble, ese hombre que deberíamos haber sido, que anhelábamos ser, o del que, simplemente, siempre quisimos escapar.
(Enoch) Arnold Bennett by Walter Tittle © National Portrait Gallery, London
Enoch Arnold Bennett continúa con esta tradición. En su deliciosa novela Enterrado en vida (Buried Alive) plasma la vida de un pintor al que se le ha presentado la siempre anhelada oportunidad de desaparecer, de renunciar a su pasado, al hombre público y famoso que alguna vez fue, y siempre odio: Priam Farll.
“Que el artista era, sin duda, un pintor excelente fue admitido por todos; el único problema que se sentían obligados a resolver las personas cultas consistía en establecer si Priam Farll era el más grande de los pintores habidos jamás, o si bien sólo se trataba del mayor pintor desde los tiempos de Velázquez”.
Priam Farll sin proponérselo seriamente se hace famoso; lamentablemente Farll, desde siempre, ha sido un tímido, un tímido crónico: “… incapaz de pedir una habitación en un gran hotel, o de entrar en algún edificio importante por primera vez, o de atravesar un salón lleno de gente sentada, o de despedir a un sirviente, o de discutir con una señora altiva y aristocrática que esté al otro lado de un mostrador de la oficina de correos, o de pasar delante de algún negocio en el que tenía una deuda…”.
Farll siempre escondiendose, escapa de su fama y de los molestos compromisos del mundillo del arte; su único puente con el mundo es su criado, Henry Leek. Leek es quien, además, le proporciona la perfecta oportunidad para desaparecer. Mr. Leek enferma, luego, muere; el médico que lo asiste en su agonía y está encargado de firmar el certificado de defunción ha estado convencido, desde un principio, que Farll es Leek, y Leek, Farll. Firma el certificado: oficialmente, por un inocente error, Farll está muerto: “¿Por qué no iba a dejar que se pensara que uo, y no Henry Leek, había expirado de pronto, en Selwood Terrace, a las cinco de la mañana? ¡Sería libre, completamente libre!.
Farll se sale con la suya... por un tiempo. Su mayor satisfacción, suprimirse a sí mismo para el mundo, dura poco. La imagen de la persona que fue termina por alcanzarlo. El pasado persigue a Farll incluso cuando éste se encuetra seis pies bajo tierra. Hay una boda, una persecución, un malentendido, un juicio: Farll no puede escapar de la morbosa curiosidad inglesa.
Más colofones
William Hazlitt: Sobre el sentimiento de inmortalidad en la juventud:
4/12/09
En Vitrina:
Libro del desasosiego. Fernando Pessoa, Acantilado.
Breve historia de Inglaterra. Gilbert Keith Chesterton, Acantilado.