(Escribo textos como éste por una sencilla razón: mi memoria no es envidiable, falla y olvida con pasmosa facilidad. Por eso escribo hoy: para no olvidar la coincidencia mortal que es el catorce de junio, para anotar unos datos que me gustaría mirar en unos años, para confirmar este u otro detalle, para jugar con ellos y soñar que puedo recordarlos.)
Giovanni Iemulo veía pasar todas las tardes a Gesualdo Bufalino, ese profesor que todos conocían y que parecía ahora era un escritor famoso. Lo veía dirigirse al centro cultural Casmeneo, sobre la avenida Vittorio Emanuele, con la sombra de la tarde que en Comiso tiende a desaparecer entre el polvo del sur. Giovanni Iemulo era para esos días el encargado de la biblioteca pública del pueblito siciliano, le interesaba la fotografía, y no ignoraba la inusitada popularidad de U prufissuri.
Bufalino en el patio del antiguo Mercado de Comiso, hoy sede de la Fundación que lleva su nombre. (Fotografía: Giovanni Iemulo.)
Un día de enero de 1988 el joven bibliotecario recibió una invitación de su amigo Salvatore Schembari: Bufalino había sido invitado a la inauguración del nuevo Museo Arqueológico Paolo Orsi, en Siracusa; y el escritor, que jamás tuvo licencia para manejar, pidió al inesperado amigo común Schembari que hiciera de conductor para él y su joven esposa: una incapacidad fue la razón para que Iemulo conociera a una persona que de ahí en adelante sería fundamental en su vida. Después de un viaje y una charla inolvidables, cuenta Iemulo que en la recepción del "Jolly Hotel" una figura alta y severa los esperaba: era Leonardo Sciacsia que venía a abrazar a su querido amigo.
(Fotografía: Giuseppe Leone)
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A partir de entonces, Bufalino entraba unos cuantos minutos a la biblioteca y charlaba con el bibliotecario antes de seguir su camino habitual hacia el centro Casmeneo, donde jugaba a las cartas y comentaba los resultados del calcio (Se sabe que fue hincha de la Juventus y que terminaría alentando a la Roma: decisión por todo lado reprochable...).
He dicho que Bufalino fue -y es- fundamental en la vida de Iemulo. Más o menos esta es la historia:
En 1991, Giuseppe Digiacomo, amigo del escritor y asesor cultural de Comiso, convence a Bufalino de regalar tres mil libros de su biblioteca; lo lamentable -pero para nada sorpresivo- es que una vez entregados a la municipalidad, los libros pasaron a ser guardados en una pieza, sin ningún acceso al público. Sólo tres años después Bufalino se daría cuenta de la bajeza y, como noble venganza regala mil quinientos volúmenes más, pero esta vez encargando a su amigo Giovanni la organización de su patrimonio, naciendo así la Fundación Gesualdo Bufalino. Fue tal el cuidado y la atención del joven, que Bufalino comenzó a faltar a sus juegos de cartas y fútbol; se iba por las tardes a recorrer esa "segunda casa", miraba los libros y se entretenía recordándolos.
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Una incapacidad para manejar una máquina hizo comenzar una amistad y así también la terminó:
El catorce de junio de 1996, a la altura del puente del Passo Scarparo, en la vía que comunica a Vittoria y Comiso, Giovanni Iacono se llevó por delante un diminuto Fiat Uno. El reloj apuntaba casi las cinco y treinta. El accidente, uno más entre los miles que ocurren por las carreteras del mundo, en nada diferente a la tragedia que puede reflejarse al frente de la propia casa, con uno mismo como fatal protagonista, lo recuerdo porque cobró la vida de Gesualdo Bufalino, que viajaba al lado de Carmelo Barone, su conductor de confianza. Fue llevado al Hospital Celle di Vittoria, donde después de cuatro horas su pulmón lleno de sombras hace arrepentir un diagnóstico alentador. Muere faltando pocos minutos para las nueve de la noche.
No considero esto un indigno testamento:
"Se escribe para hacer verosímil la realidad. No sé los demás, pero yo siempre me he sentido golpeado por la inverosimilitud de la vida, siempre me ha parecido que de un momento a otro cualquiera fuese a decirme: "Basta ya. Nada es verdad". Entonces pienso que hay que escribir con el propósito de llegar a creernos este imposible y conseguido golpe de dados; y que, si el universo es una metástasis desquiciada, debemos procurarnos un orden que nos engañe y nos salve".
Todavía hoy, Giovanni Iemulo es el bibliotecario de la Fundación Bufalino, "Gracias a él trabajo aquí, llevando adelante su memoria y su pensamiento. Fueron sus obras las que me llevaron a cambiar mi aprecio por la literatura, el valor de entregarse a las palabras, la importancia de los recuerdos y los sentimientos. Bufalino ha logrado describir el amor por los libros y la vida".
Fuentes: http://www.elapsus.it/home1/index.php/letteratura/scrittori/93-come-bufalino-puo-cambiare-la-vita
1 comentario:
Al acabar de leer, uno debería ponerse de pie y gritar: Bravo.
Me recuerda a mi viejo amigo y colega (de la judicatura y de la cátedra) Héctor Valencia Velásquez que, para ponderar algún texto, decía: "Nadie escribe así, en Colombia."
En efecto, Tomás, "Nadie escribe así, en Colombia."
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