27/7/11

En vitrina:


Cees Nooteboom: Tumbas de poetas y pensadores (Fotografías de Simone Sassen). Debolsillo.

Thomas Bernhard: El malogrado, Alfaguara.

Javier Marías: Los enamoramientos, Alfaguara.

6/7/11

Max Frisch: Montauk. Una narración. Laetoli, trad. Fernando Aramburu.

La colección Maestros del siglo XX de la editorial Laetoli, con apenas seis títulos publicados, sigue mereciendo todos los elogios: impecable presentación, excelentes traducciones, cuidados que van desde la mención de otras obras del autor publicado en castellano hasta una mínima reseña del traductor y del autor encargado de la ilustración de la portada: Laetoli ha incluido todos las minucias técnicas y para muchos innecesarias que siempre he querido ver en un libro.

Lo técnico se olvida fácilmente, las novelas que han editado son impresionantes. Una, que se lee como la más natural de las historias, Dissipatio humani generis de Guido Morselli, cuenta cómo de un momento a otro todos los habitantes del planeta se desvanecen; no son raptados ni sometidos a secuestro alguno, se desvanecen simplemente, y como prueba queda el espacio vacío de la forma humana entre las sábanas. Otra, que comienza como una explosión y mereció la celebración absoluta de un cascarrabias como Nabokov: La paloma de plata de Andréi Biéli. Y una más, que es un sacudimiento casi grosero: El brezal de Brand, de Arno Schmidt. El catálogo se completa con las Obras completas de Wolfgang Borchert, Edad de hombre de Michel Leiris y Montauk de Max Frisch.

Montauk funciona como testamento, es el libro que toda celebridad evita escribir. Las razones: Montauk es la confesión de un fracaso como profesional, como amigo, como esposo, como padre. El amante Frisch tal vez salga bien librado: pero sin abusos, sin las proezas que los escritores suelen otorgarse. El escritor suizo es un hombre que necesita de la compañía de una mujer para no caer en el desorden doméstico y en el fastidio del drama solitario. Las relaciones siempre, para él, son el juego previo a la separación, van a ser una promesa que tarde o temprano se incumplirá. Pero la culpa de todos estos sinsabores personales le cae bien a Frisch: “Nuestra culpa tiene una utilidad; justifica muchas cosas en la vida de otros”. (p 44)

La mejor línea de Montauk es esta, buenas noches: "La literatura conserva el momento, para eso existe. La literatura tiene el otro tiempo”. (p 77)

4/7/11

Las bibliotecas del Nobel

Vía Moleskine Literario me enteré del artículo que el diario La Tercera le dedicó a la biblioteca de Mario Vargas Llosa, la de Lima, la de la vista hacia el Pacífico. De detalles como el nylon que atraviesa los estantes para evitar en algo la caída de los libros durante algún terremoto, la escalofriante catalogación de todos los recortes de prensa que hablan sobre él llevada a cabo desde hace décadas, los hipopótamos puestos sobre el escritorio, las notas que escribe al final de los libros y la calificación de 0 a 20 con que juzga sus lecturas.


La otra biblioteca de Vargas Llosa está en Madrid y hace unos días la señora librera me recomendó un programa de Radio Televisión Española, "Los oficios de la cultura", donde la muestran brevemente. ¿Lo mejor? Para mí el minuto 13 cuando Vargas Llosa le muestra a Matías Candeira un ejemplar de la primera edición de Madame Bovary -y en donde se alcanza a leer el subtítulo "Mœurs de province", costumbres de provincia, línea que pocos tienen en cuenta cuando traducen la novela de Flaubert. Ediciones Akal lo hace, no sé cuál otra.

Aquí queda el programa "Mario Vargas Llosa y el oficio de escribidor" emitido en octubre de 2010: