29/4/11

Mi estudio: Guillermo Martínez

Fotografías tomadas por el autor

Mi estudio está en la parte de atrás de mi casa. Es un cuarto no muy grande, de techo bajo, con una ventana amplia que da al jardín. Cuando nos mudamos a esta casa (que tiene casi cien años) pensamos durante un tiempo en extenderlo hacia el jardín para que pudiera contener parte de las bibliotecas, pero finalmente lo dejamos tal como estaba, y sólo reemplazamos el piso anterior de cerámica por uno de pinotea. Es un espacio silencioso, al que no llegan los ruidos de la calle, y tiene luz natural durante gran parte del día. Está a la vez separado e integrado a la casa por una puerta vidriada, algo para mí importante porque me gusta (o no puedo evitar) caminar cuando escribo. De manera que esa puerta está en general abierta y yo deambulo durante la mañana en busca de té o café entre mi estudio y la cocina. Tengo un escritorio antiguo que compré en el Mercado de Pulgas, junto con unas sillas giratorias de madera muy hermosas. Una notebook, una impresora, una lámpara, las pilas de borradores sucesivos de lo que estoy escribiendo. También dos bibliotecas con mis propios libros, y los libros “afines” a la novela que escribo, porque me gusta tenerlos cerca. En general mi escritorio está siempre en algún grado de desorden creciente, llega periódicamente al desborde y, como parte del ciclo, en un tardío arranque de limpieza este desborde se traspasa a los cajones, que a su vez, como en un sistema de esclusas, desbordan también por dentro, a escondidas. Hay también sobre el escritorio una latita-lapicero, decorada por mi hija en algún día del padre, que tiene una propiedad antimateria: la lleno cada tanto con biromes flamantes, que van desapareciendo una a una como en Diez indiecitos, o dejan de funcionar infaliblemente cada vez que las preciso. Por la ventana que da al jardín puedo ver crecer los árboles y las enredaderas, puedo ver pájaros, alguna lagartija, a veces colibríes. Puedo seguir también el paso lento del tiempo de estación a estación. Pero yo soy mucho más lento (no lo digo con orgullo, lo digo con desesperación). A veces, allá afuera, pasa todo un año, mientras los personajes en mis páginas no logran avanzar un día.




Guillermo Martínez (1962) nació en Bahía Blanca. Es autor de las novelas Acerca de Roderer (Planeta-Destino), La mujer del maestro (Planeta-Destino), La muerte lenta de Luciana B. (Planeta-Destino) y Crímenes imperceptibles (editado luego como Los crímenes de Oxford, también en Destino). En Libélula Libros tenemos un libro que siempre genera curiosidad: Borges y la matemática (Eudeba, 2005), una serie de textos donde se mezclan su accidente -las matemáticas-, y su necesidad -la literatura. Hace unos años en el Hay Festival Guillermo Martínez atendió con gusto a un amigo que le pidió una entrevista; yo estaba al lado y me acuerdo que con torpeza le pregunté que cómo escribía, si a mano o en un computador. Quién hubiera sabido que años después le preguntaría no ya cómo sino dónde. Esta relación, por supuesto, Martínez la desconoce. Agradecemos su colaboración.

26/4/11

En vitrina:


Octave Uzanne: El fin de los libros, Gadir.

Anton Chéjov: Cuaderno de notas, La Compañía.

Fiódor M. Dostoievski: Diario de un escritor, Páginas de Espuma.

19/4/11

Los emigrados. W. G. Sebald. Traductora Teresa Ruiz Rosas. Editorial Anagrama.

En La ciudad de las palabras Alberto Manguel cuenta la historia de una amiga de Milena, la Milena de Kafka, que, para intentar sobrevivir al campo de concentración, recordaba una y otra vez los libros que había leído y en especial un cuento de Gorki, “Ha nacido un hombre”, una historia aterradora que termina con una escena llena de esperanza. Sebald, me parece, busca lo mismo: encontrar en la memoria algo que permita sobrevivir y afrontar lo que viene, que ya, pasados los años, importa menos que el rescate de los momentos vividos, que reencontrar lo que hubo de tranquilidad en ellos. “Queda el recuerdo, no lo destruyáis”, así empieza Los emigrados, y la idea de Sebald, de que la memoria es el sostén moral de la literatura, que la memoria define y da forma a la vida de uno, está más que correspondida.

Porque es inevitable o al menos humano voltear la cabeza hacia atrás y preguntarse qué pasó, quién era esta persona, por qué después de tanto tiempo todavía pienso en ella, desde cuándo está metida en mis pensamientos, en fin, qué pasó con su vida. Ahí está la maravilla de Sebald, evitar en sus novelas ese poema suyo: Sin contar/ queda la historia/ de las caras/ vueltas hacia otro lado.

Los emigrados es caminar aparentemente sin dirección y encontrar que de esta u otra manera –un recorte de periódico, un diario antiguo, una noticia llegada al azar- es posible encontrar las caras, salvar las historias y ser el único hombre sobre la tierra que llegue a interesarse en recogerlas. Sebald es ése, es el último hombre, aquel al que no le importa el futuro, ese hombre insomne que considera que “el tiempo es una escala muy insegura, es más, no es otra cosa que el rumoreo del alma”, y la literatura debe encargarse de descifrarlo.

Hace unos días encontré la definición perfecta de Sebald, en la página 60 de los Pensamientos de un viejo de Fernando González: “Y el último hombre será todo recuerdos; en él se encarnará todo el pasado… ¿Cómo obrar? Se lo impiden las cadenas que lo atan a muchos sepulcros… ¡El último hombre sólo amará los amores muertos…!”

16/4/11

Videoteca de humanidades

Hace unos días recomendamos en el blog de la librería el canal chileno Otro Canal (http://www.otrocanal.cl/) y su programa Una Belleza Nueva. Hoy queremos recomendar el blog Videoteca de humanidades (http://doclecticos.blogspot.com), y aplaudir su trabajo de reunir entrevistas y documentales sobre escritores y, sobre todo, de hacer ellos mismos los subtítulos en español cuando son necesarios.

Dejando claro que todos el crédito es de ellos, los administradores del blog, aquí dejamos el enlace al documental/entrevista sobre el poeta colombiano José Manuel Arango (1937-2002); una de las muchas maravillas que se encuentran en la "Videoteca", con las entrevistas a Nabokov, a Yourcenar, a Pitol, a Albert Cohen. (Si este blog piensa en tener alguna utilidad que sea esta: recomendar por siempre la entrevista a Albert Cohen, una de las cosas más impresionantes que he visto.)

José Manuel Arango, La humildad del jardinero:

8/4/11

Nosotros somos la mirla


Muchas veces siento que engaño a mis alumnos. No sé si otros profesores de literatura tengan esta sensación de estar hablando de algo que no se puede enseñar. Creo que no tuve un solo maestro de literatura memorable. Algunos eran realmente sabios, eruditos sería una mejor palabra, pero no recuerdo haber aprendido de ellos. La literatura la aprendí en los libros, en las equivocaciones, incluso en las cantinas.

Voy al salón, me siento en la silla, con mis apuntes en la pantalla del computador. Hoy toca hablar de Huidobro, un poeta que amo, he leído casi toda su obra –no es para tanto, cabe en dos tomos-, tomé unos apuntes de generalidades: nacimiento, muerte, libros, viajes, etc. Luego algunos chismes: sus peleas con Neruda, su petulancia, sus amores… finalmente me detengo en Altazor, ese alto azor, ese viaje en paracaídas. El canto segundo: uno de los poemas de amor más hermosos que conozco: “Mujer, el mundo está amueblado por tus ojos”.

Cómo trasmitirle a estos jóvenes lo que siento al leerlo, cómo explicarles la magia de estos versos:

¿Irías a ser ciega que Dios te dio esas manos?

Les leo un par de pasajes. Les pregunto qué opinan. Qué sienten. Silencio. Qué les dice. Silencio.

¿Irías a ser muda que Dios te dio esos ojos?

Huidobro, el creacionista, el dandy, ¿saben qué significa alguna de las dos palabras? Silencio. Creía que la labor del poeta no podía ser describir sino crear:

Que el verso sea como una llave
que abra mil puertas.
Una hoja cae; algo pasa volando;
cuanto miren los ojos creado sea,
y el alma del oyente quede temblando.
Inventa mundos nuevos y cuida tu palabra;
el adjetivo, cuando no da vida, mata.
Estamos en el ciclo de los nervios.
El músculo cuelga,
como recuerdo, en los museos;
mas no por eso tenemos menos fuerza:
el vigor verdadero
reside en la cabeza.
Por qué cantáis la rosa, ¡oh Poetas!
Hacedla florecer en el poema;

Sólo para nosotros
viven todas las cosas bajo el Sol.
El Poeta es un pequeño Dios.

El problema no está en ellos, es mío. ¿Cómo puedo enseñar esto? No hay forma que no consista en convertirlos en relojeros, en hacerlos desarmar el poema como un niño destripa un juguete para ver qué tiene por dentro. Luego se descubre que con las piezas desparramadas por ahí el mecanismo ya no funciona.
Estoy solitario frente al grupo:

Sin más abrigo que una flor que se apaga
si hay un poco de viento

Pregunto a los muchachos por su opinión, por la manera en que los ha tocado el poema. Una joven levanta la mano. Dice que Huidobro estaba enamorado. Yo no sé qué decirle. Otro joven levanta la mano y me salva, por un momento: “Yo personalmente, creo que este poema pone de presente el cliché del amor a través de imágenes que pretenden generar el asombro, todo dado a través de un uso de adjetivos conectados con sustantivos que no suelen relacionarse entre sí”. Acaba de destripar el poema. Recojo entre mis manos los adjetivos y sustantivos, algunos verbos y trato de reparar todo de alguna manera. Les hablo de la intención poética, de la música del poema, del ritmo, rico en giros. Versos cortos y largos que se suceden para dar movimiento a la escritura. Comienzo: “Huidobro nos presenta una serie de versos que se unen, como una danza: lenta, precisa, hipnótica. Y luego nos filtra, como sin querer, una línea que se quedará prendida en la retina. Imaginen el gato que observa, largamente, la mirla, esta queda aletargada por un momento, es cuando le deja ver la garra. Nosotros somos la mirla”.
Otro levanta la mano. Pide permiso para ir al baño.

5/4/11

La Divina Comedia, una conferencia de Borges


Borges, 1985. Después de una conferencia.


1949. Un Borges de casi 50 años, tímido, cegatón, de gafas gruesas, sorprende por su paradójica facilidad para las conferencias. Lo cuenta Adolfo Bioy Casares, su amigo, que asiste a casi todas las que imparte:

«
Jueves, 21 de julio. Hoy, por primera vez, oí una conferencia de Borges. Habló sobre George Moore. Habló tan naturalmente que me hizo pensar que la dificultad de hablar en público debía de ser ficticia. No habla con énfasis de orados: conversa, razonando libre e inteligentemente».

Sí, Bioy, que lo conoce desde hace más de un lustro, desconfía: «Habló tan naturalmente que me hizo pensar que la dificultad de hablar en público debía de ser ficticia». Y días antes, registra:

«Martes, 5 de julio. Borges anda muy ocupado con sus clases. No lee en público, habla. Ha dictado un curso sobre escritores norteamericanos; dicta uno sobre escritores ingleses modernos, otro sobre místicos, otro sobre literatura inglesa. Dio en el Rosario una conferencia sobre literatura fantástica; dará, en la ciudad de Córdoba, otra sobre Dante; en otra parte una sobre Martín Fierro. Interviene en debates públicos; improvisa en banquetes».


Años más tarde, en 1960, Bioy insiste: «Qué equivocados los que afirman que no habla bien: no habla con elocuencia retórica, habla pensando y piensa con libertad, con profundidad, con riqueza. Nunca podría yo hablar así; pensar, ante mucha gente que escucha, así. Quizá la ceguera lo aísla y lo ayuda». Acaso ahí está la clave. Se hablaba así mismo, no al público invisible.

...


Borges y las conferencias. Título posible de un artículo que, posiblemente, ya ha sido escrito por algún profesor. Lo que comenzó por allá en los años cincuenta como una forma de ganarse unos pesos de más, terminó por convertirse en una de las caras del polifacético Borges; un hábito del que nunca pudo librarse, del que no quería librarse y disfrutaba —salvo un día, cuando le dijo a Bioy que le parecía una «actividad vana»; la del Borges que habla en público, el actor, el vanidoso, ese al que no le basta el silencio: el otro.

...


Fueron muchos los ciclos de conferencias que dio Borges. Menciono tres:


En 1967, la Universidad de Harvard lo invita a dictar las Charles Eliot Norton Lectures —las mismas en las que antes participaron Eliot y Cummings, Robert Frost y Gilbert Murray. En el libro Arte Poética —en inglés: This craft of verse— se reunió este ciclo de seis conferencias. (Crítica, 2001)


La Universidad de Belgrano, en 1978, le propone dar cinco clases. Elige como temas el libro, la inmortalidad, Swedenborg, el cuento policial y el tiempo. Las conferencias fueron posteriormente publicadas bajo el título Borges, oral. (Bruguera, 1980) (Esa serie de conferencias comienza así: «De los diversos instrumentos del hombre, el más asombroso es, sin duda, el libro. Los demás son extensiones de su cuerpo. El microscopio, el telescopio, son extensiones de su vista; el teléfono es extensión de la voz; luego tenemos el arado y la espada, extensiones de su brazo. Pero el libro es otra cosa: el libro es una extensión de la memoria y la imaginación».)


En 1977, en el teatro Coliseo de Buenos Aires, Borges ofrece siete conferencias. Habla sobre la Divina Comedia, la pesadilla, Las mil y una noches —el 1º, el 15 y el 22 de junio—, el budismo,la poesía, la cábala —el 6, 13 y 26 de julio— y la ceguera —el 3 de agosto—. Un par de años después, el Fondo de Cultura Económica publica, revisadas por el autor y bajo el título Siete noches, la totalidad de las conferencias.


Ponemos a su alcance una de esas siete conferencias, la dedicada a la obra de Dante, La Comedia.